La cuesta de Enero
«Hoy inauguramos una nueva iniciativa que no es nada original: un buen amigo se me ofreció para pasarse de vez en cuando por aquí y brindarnos una pequeña anotación. Dicho y hecho. Se llama Roberto, y a lo mejor se deja caer por la bitácora de ciento en viento.»
Hace poco más de una semana que se apagaron las luces de las calles y los villancicos dejaron de sonar. Se han acabado las vacaciones y hemos vuelto a al trabajo. Comenzamos la temible ascensión de la cuesta de enero. Después de los primeros días, hemos dejado también de repartir a discreción buenos deseos para el año nuevo y nos hemos quitado el disfraz amable. Nos hemos topado de frente con la rutina, con los atascos y las prisas. Parece que en Navidad por obligación hay que estar alegre y ahora, parece que por obligación hay que estar hastiado.
Seguimos ascendiendo y la única alegría posible son las rebajas. Pero nuestra tarjeta, ¡Ay las tarjetas! Después de las compras de Navidad han quedado exhaustas y ahora nos empeñamos en seguir maltratándolas. Aunque, claro, siempre es una satisfacción ahorrarse tres céntimos en una camisa flamenca de hace veinte años o comprarse el último disco de Silvio Rodríguez con el 0,7% de descuento. Pero parece que en comprar tampoco nos encontramos muy bien. Habrá que seguir subiendo y en la siguiente curva ya se ve la meta ¡Qué bien! Un enorme corazón gobierna el horizonte. ¡Dios mío es el día de san Valentín!
Aquí sí que se acabó la cuesta, la rutina gris y municipal se transforma en rosa empalagoso. De nuevo agarramos el disfraz cortés con tinte romántico y encontramos alguien que nos ame, que nos regale un corazón hortera lleno de bombones. Rápidamente arruinamos el éxito comercial de Descartes con su “pienso luego existo” para transformarlo en un “soy amado luego existo”. Ya no hay rutina ni atascos ni nada. Todo es rosa. Y el día 15 ¿qué? Entonces hablaremos no de “la cuesta” sino del precipicio de febrero.
Comentarios
La lógica del consumo nunca debe parar, el despilfarro es nuestra forma de ser. Eso y los sentimientos a fecha fija
El día de San Valentín (o del amor y la amistad) como quieran llamarlo resulta empalagoso no por ser el día de San Valentín sino por la carga publicitaria que se desprende, por donde se camine se encuentran con corazones, bombas y avisos de color rosado. Estos dias aunque sean comerciales nos invitan a recordar a los demas y simpre es bueno saludarlos no por deber u obligación o porque la fecha lo amerita sino porque se desea y se quiere. Resulta particularmente bueno mostrarse sin "disfraces" y ser tal como somos y no actuar conforme a las circunstancias.
Lo que a mi no me gusta es la funesta asociación entre las cosas y los sentimientos. Es un tópico decir que vivimos en un mundo materialista, y parece que todo tiene que reflejarse en cosas. Hemos perdido la capacidad de regalar, y la capacidad de sentir va cada vez más ligada a la campaña correspondiente.
Ciertamente el consumismo compulsivo existe, pero como tú ya lo sabes, no se te va a llevar por delante. En fin, yo te diría además que las fiestas son un invento muy anterior. Aconsejo disfrutarlas si puedes, o mejor, no esperes a San Valentín ni a Navidad para demostrar tus cariños.Saludos
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