Trabajar con la historia
Uno de los descubrimientos de la filosofía del siglo XIX es la dimensión histórica del ser humano. Somos animales históricos, y como tales no podemos escapar de nuestro presente. Las reflexiones de Dilthey al respecto dieron paso a toda una corriente, el historicismo, que tanto criticara Popper. Cuestiones sobre la "linealidad", "regularidad" o "cientificidad" de la historia han estado en el punto de mira de todas estas disputas. En cierta forma, estos problemas nos ponen en el disparadero hacia un futuro incierto que queremos "adivinar" desde el presente y el pasado. Al margen de esta cuestión, que convierte a los historiadores en verdaderos augures, hoy no quiero hablar de esta dimensión proyectiva, sino de la mirada hacia el pasado que todos nosotros estamos obligados a realizar.
Todos "heredamos" una identidad, que nos viene dada. Una carga (sin que esto tenga un sentido peyorativo) que nos acompaña a lo largo de nuestra vida, y que no podemos abandonar. El que nace francés, por poner un ejemplo, tiene que asimilar las luces y las sombras que a esta identidad acompañan. De la misma forma que un alemán no puede olvidar lo que ocurrió en Europa en la primera mitad del siglo XX, tampoco un español puede (o debe) olvidar lo que ocurrió en América a comienzos del XVI. Triunfos, derrotas, momentos de gloria y de miseria, riqueza y pobreza, poderío y debilidad, libertad y persecución... Todas estas cosas han ido entretejiendo el devenir de los pueblos, y nadie puede, por así decirlo, comenzar de cero. Una de las tareas vitales es, sin lugar a dudas, asimilar el propio pasado.
Y cuento todo esto, por una reacción extendida y llamativa, que últimamente observo a mi alrededor, y que aparece en muchos otros países. Hay gentes empeñadas en borrar su historia, al menos el lado más oscuro de su historia. Gente empeñada en hacer desaparecer cualquier signo de la historia "prohibida". Cuando terminan largos periodos de sufrimiento, las calles pierden su nombre, las estatuas su lugar y cualquier producto cultural que recuerde ese pasado horrible debe ser enterrado. Caen estatuas de generales, caudillos, militares, mientras se conservan los homenajes y monumentos a los conquistadores. La historia se reduce a un juego maniqueo de buenos y malos, y lo políticamente correcto trata de introducir aún más desorden del existente. Mientras unos matan las estatuas "inadecuadas", otros son los que rescatan la memoria histórica. ¿Qué memoria histórica es esa? ¿Acaso no deberíamos cada uno de nosotros, plantearnos a fondo quiénes somos realmente? Esto nos obliga a saber en profundidad quiénes hemos sido antes de existir. ¿Qué es lo que nos define? ¿Conocemos suficientemenete nuestro pasado? Luego sucede que la historia salió perjudicada con la reforma de la LOGSE, y ahora dicen que quieren potenciar las tecnologías. Y, por si todo esto fuera poco, luego no falta quienes afirman abiertamente que la historia no sirve para nada...
Comentarios
La historia es una ciencia [i]light[i], como todas las ciencias humanas -construidas-. Es obvio que con el tiempo la narración histórica puede ser sometida a cambios interesados por los poderes del momento -una novela interesante que habla de este control de la realidad es [i]1984[i] de George Orwell.
Cuando un individuo alcanza un cierto grado de madurez empieza a mirar su pasado. Y la deconstrucción nunca es sencilla. De hecho, puede ser interminable: el propio pasado, los antecedentes familiares, el momento histórico... y algo que tu [i]post[i] pasa por alto y que es la primera de las herencias, la genética.
Con esto no pretendo decir que el conocimiento de la historia no sea interesante, pero sí quiero resaltar que hay muchos otros elementos -más importantes- a la hora de configurar la identidad individual de cada uno.
Estoy de acuerdo contigo, pero sólo en parte. Las ciencias humanas son "construidas" de la misma forma que son "construidas" las ciencias naturales o las matemáticas, lo que ocurre es que cada tipo de ciencias puede construirse de un modo distinto, dependiendo, sobre todo, de su objeto de estudio.
En cuanto a tu sugerencia, creo que la genética es un factor más a tener en cuenta para comprender la propia identidad, pero creo que es un error (y una nueva forma de reduccionismo) pensar que es el más importante. La genética nos dice qué somos: por una estructura diferente en los genes (y una variación mínima) somos hombres y no monos o moscas. La clave está en que una vez que los genes determinan que somos hombres, es la historia uno de los (muchos) elementos que nos ayudan a descifrar no qué somos, sino quiénes somos. La diferencia es, a mi juicio, muy grande.
No podemos caer en reduccionismos de uno u otro tipo. No todo lo explica la genética, ni tampoco todo la historia. Hay que tener en cuenta una gran diversidad de aspectos y variables más amplios. Pero la historia, y es una de las ideas que quería resaltar aquí, debe ser tenida en cuenta dentro de todo este proceso.
Acuerdo total en cuanto a la construcción de las diferentes ciencias. Mi distinción hard-light es una cuestión de grado.
Creo que los años venideros -quizá un par de décadas?- aportarán luz a la cuestión del peso de la herencia genética.
Mi visión particular -mi intuición, debería decir- es que pesa más de lo que se suele conceder. Supongo que decir esto es como negar parte de nuestra humanidad. Pero no pretendo en absoluto tener razón, es solo mi pálpito al respecto.
De tu texto me quedo con la idea de la manipulación de la historia. Lamento que no haya más aportaciones a este debate en tu blog.
Un saludo.
[siento las [i] de mi primer comentario, pense que saldrían las cursivas... en mi pc no las veo al menos :) ]
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