Tradición y progreso
A menudo el progreso de la sociedad, sus cambios en los modos de pensamiento, nos obliga a replantearnos el papel de la tradición dentro de la misma. Esto se plantea a todos los niveles: cuando llega la industrialización provoca que los modos tradicionales de producción queden obsoletos, y que su existencia se vea cada vez más comprometida. La lucha darwinista por la supervivencia se produce a todos los niveles. También, faltaría más, a nivel cultural, y es aquí donde a menudo el progreso o los cambios sociales cuestionan antiguas tradiciones, poesías, canciones... Entre las múltiples reacciones que se pueden dar ante este proceso hay dos muy claras: la de aquellos que están dispuestos a abondonar la tradición que creen superada, y la de aquellos que piensan, por el contrario, que la tradición debe también conservarse y protegerse como uno más de los bienes culturales.
Un ejemplo práctico. El curso pasado tuve la suerte de acudir durante una semana a un intercambio cultural en el CEULAJ, un centro inmenso y muy bien equipado para realizar actividades de este tipo. Se trataba de poner en contacto a jóvenes de diferentes regiones españolas, y que intercambiasen impresiones sobre su cultura, su tradición, sus costumbres... En la última noche, había que representar algo que fuera representativo de nuestra región. Como castellanos (veníamos del instituto de Carrión de los Condes), se me ocurrió que podíamos cantar alguna de las rabeladas que canta Candeal, un grupo de música tradicional castellana. Una de las estrofas decía:
"Mi burra pide cebada
mi mujer otro traje
hay que ver lo que me cuesta
mantener dos animales"
Cuando le dí la hoja a los alumnos para que la cantaran, algunas chicas se negaron a cantar la canción, porque consideraban que esta estrofa era machista. Les dije que no pasaba nada, que podíamos eliminar la estrofa y asunto resuelto. Sin embargo, y aquí está lo curioso del caso, hubo otras chicas que estaban en contra de eliminar la estrofa. Según ellas, había que entenderlo en tono jocoso, pertenecía a nuestra tradición, y era tan solo una broma. Al final, tomamos una decisión salomónica: quien quiso cantó, y a quien no le pareció oportuno, realizó una actividad distinta. Sobre lo que hoy quería hablar con vosotros es del fondo de esta situación. En nuestra tradición podemos encontrar costumbres, ritos, poemas, canciones, esculturas... que vayan en contra de los valores propios de una sociedad democrática, tal y como vienen expresados en nuestra constitución. ¿Debemos por ello eliminar toda esta herencia para conservar los valores constitucionales? ¿Debemos quitar toda la simbología que nos remita a Santiago Matamoros? ¿Qué hacer con nuestra tradición cuando va en contra de valores que hoy consideramos esenciales de nuestra forma de vida en común?
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