P.I.G.  

 








¿Qué es un humedal?

El término " humedal " representa un concepto amplio y no bien definido, que se refiere a la presencia de láminas de agua superficiales o, en su defecto, de capas litológicas saturadas cercanas a la superficie, de dimensiones y duración lo suficientemente significativas como para influir en las condiciones de vida del entorno en el que aparecen.

           La definición adoptada en la Convención sobre Zonas Húmedas de Importancia Internacional como Hábitat de las Aves Acuáticas desarrollada en Ramsar (Irán) durante 1971, se refiere a los humedales como aquellas áreas de marisma, pantanosas, turberas o superficies cubiertas de agua, naturales o artificiales, permanentes o temporales, de aguas estancadas o corrientes, ya sean dulces, salobres o saladas, con inclusión de las extensiones de agua marina cuya profundidad, en marea baja, no exceda de los seis metros.

        Estas masas acuáticas se diferencian claramente de los ríos, ya que éstos presentan una red de drenaje organizada donde el flujo del agua es el factor condicionante, y, más difícilmente, de los lagos, término que se suele reservar para aquellas masas de agua cuya profundidad supera los dos metros que representa la profundidad máxima a la que crecen las plantas emergentes. Pese a ello, en el presente texto se utiliza el término humedal con carácter genérico, incluyendo en él a las lagunas, temporales o permanentes, que aparecen en el área de estudio.

 


Importancia ecológica

Los humedales de las zonas áridas, como en la que nos encontramos, con su clima mediterráneo seco, poseen un valor ecológico de primer orden.

 ·         En efecto, estos espacios representan desde el punto de vista físico, un papel de regulación local del clima, al suavizar las diferencias térmicas que se presentan estacionalmente y en el ciclo día-noche, creando microclimas locales, debido a la absorción de calor que supone el proceso de evaporación y el incremento subsiguiente de la humedad relativa del aire, lo cual es de especial importancia, lógicamente, en los largos períodos de sequía y calor. Se está aún lejos de conocer en profundidad la influencia que ejercen sobre el clima estas zonas, junto con las densas formaciones vegetales de los sotos ribereños, pero sin duda su conservación tendrá un efecto relevante, sobre todo, en un momento de tendencia a la desertización general como el que padecemos.

·         Dada su conexión con cursos de agua o acuíferos, son puntos de descarga natural o aliviadero de los mismos, por lo que se constituyen en elementos  reguladores del caudal, disminuyendo o retardando los efectos de potenciales crecidas de nivel y la erosión asociada.

·         Desde el punto de vista biológico, la presencia de agua o humedad permite el desarrollo de "islas ecológicas" caracterizadas por su gran productividad primaria, una de las mayores del planeta, resultado de la combinación de temperaturas del agua poco extremas; de una actividad fotosintética elevada, relacionada con las escasa profundidad del agua, que incluye a la mayor parte de su masa en la llamada zona fótica , o zona influenciada por la luz, y de los activos intercambios de materia y energía que se producen. En efecto, los humedales presentan biomasas vegetales de unos 12 kg/m2, unas 10 veces las que pueden desarrollarse en zonas de cultivo. De este modo, los humedales acogen una gran diversidad botánica que proporciona refugio y alimento a una fauna muy variada. posibles de observar en la zona sin la presencia del humedal.

·         Los humedales, especialmente los de las zonas áridas, suponen un nicho ecológico dinámico importante que proporciona el último refugio a especies amenazadas de extinción debido a la intervención humana sobre el paisaje, como es el caso de algunas aves, mariposas, reptiles, anfibios o mamíferos, así como un espacio de descanso donde las aves migratorias pueden recalar en sus largas migraciones invernales desde Centroeuropa, para pasar la época desfavorable en las más agradables condiciones climáticas mediterráneas, o, en el caso de las. aves migratorias que ocupan los humedales en los meses estivales, huyendo del calor del continente africano y de las áreas meridionales. De este modo se alternan en el tiempo las especies que comparten el humedal. De hecho, estas áreas, situadas tan próximas a la actuación humana y su impacto ambiental, suponen al decir de muchos ornitólogos, las últimas reservas faunísticas de estas especies, debido a la regresión y eliminación de otros humedales por la sobreexplotación de los acuíferos –Tablas de Daimiel–, por aumento de la presión humana y de la contaminación, o por la desecación artificial que amenazan con producir una desaparición de estos espacios.

·         Por otro lado, las zonas húmedas no pueden ser consideradas de modo aislado, sino que forman parte de una unidad ecológica cuya dinámica adquiere características muy complejas. En efecto, son frecuentes el establecimiento de rutas migratorias, estacionales o diarias, entre humedales situados en zonas aparentemente alejadas, de tal modo que una alteración en el humedal de origen se amplificará y repercutirá en los humedales de acogida o destino. Así se ha comprobado en las zonas húmedas del área de estudio, describiéndose flujos migratorios diarios entre las lagunas de la vega del Tajuña, como la Laguna de San Juan , y el Mar de Ontígola .  Durante el día, las anátidas descansan entre el carrizal para, al anochecer iniciar el vuelo hacia las zonas de las vegas de los ríos Tajo y Jarama, situadas hacia el oeste, volviendo a las lagunas con la madrugada. La actividad de las aves, no es siempre nocturna. Existen muchas especies, sobre todo paseriformes ( gorriones , estorninos , escribanos ,...) que utilizan los humedales como dormideros, especialmente en invierno cuando acuden los flujos migratorios procedentes de Centroeuropa, mientras que en primavera y verano las aves regresan a sus lugares de cría,  quedando el dormidero muy reducido en población y actividad, contando sólo con las especies que no crían, con los pollos jóvenes y con las especies nidificantes que se encuentran en período de cría. Estas especies presentan una actividad diurna, saliendo del humedal con el amanecer, dirigiéndose hacia los prados occidentales, a veces recorriendo distancias de más de 50 km, y volviendo a ellos al anochecer.

·         Por otra parte, la fauna, especialmente las aves acuáticas que encuentran refugio y alimento en estos parajes, contribuye a la dispersión y reproducción de las especies vegetales del humedal, creándose ciclos tróficos complejos que sostienen y enriquecen el ecosistema. Además, muchas de las especies animales que acuden a los humedales requieren para el mantenimiento de unos niveles poblacionales suficientes, la estancia en estas zonas durante el período reproductor.

·         Son un filtro biológico natural , que contribuye a la autodepuración del curso fluvial que los atraviesa, al ser retirado parte del nitrato, fosfatos y otros nutrientes, por la vegetación acuática, reduciendo los procesos fermentativos y mejorando, por consiguiente, las condiciones de oxigenación del agua.

·         Este ecosistema presenta, siempre que el aporte de agua mantenga una constancia o regularidad suficiente, una gran capacidad de autorregulación y mantenimiento, puesto que las propias especies vegetales que se instalan en ellos contribuyen, a través del proceso de transpiración y de la reducción de la evaporación, a mejorar las condiciones hídricas ambientales. 

Desde la perspectiva de la producción agrícola y ganadera, estas zonas permiten el desarrollo sostenido, siempre que se respeten sus características hídricas y naturales a través de la utilización de técnicas de reducido impacto ambiental y de extensión limitada, de una agricultura de regadío específica y de un uso moderado de la ganadería , que obtiene un pastizal de calidad en sus zonas limítrofes. Asimismo, los humedales han gozado siempre de aprecio por su valores cinegéticos y pesqueros, e incluso, dadas las características salinas de muchos de ellos, permiten la posibilidad de realización de ciertas explotaciones mineras, tanto de sales como de fosfatos, fruto de la intervención de los seres vivos en el ciclo del fósforo, o incluso de la extracción de productos bituminosos, gaseosos o petrolíferos

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La fauna de los humedales

Los humedales representan un espacio natural en el que se desarrolla una gran riqueza faunística en especial ornitológica . La diversidad de estrategias alimenticias y etológicas desarrolladas por la avifauna que se desenvuelve en estos humedales permite la instalación de poblaciones muy numerosas de especies distintas sin que exista un conflicto demográfico resultado de la competencia por un mismo recurso alimentario.

En efecto: 

v      • Entre las especies de aves que habitan los espacios húmedos existen cinco grandes grupos de hábitos nutricionales:

            – El desarrollado por los patos buceadores, como los somormujos (Podiceps cristatus), que toman el alimento del fondo, constituido por plantas acuáticas e invertebrados asociados.

            – El empleado por los patos de superficie o nadadores, como el ánade real (Anas platyrrinchos), que toman el alimento de la superficie, filtrando el agua con sus picos planos y más o menos largos provistos de laminillas laterales, introduciendo la cabeza en el agua y capturando del fondo, los insectos, semillas u hojas de los que se alimentan.

            – El comportamiento de las especies limícolas, como el chorlitejo chico (Charadrius dubius)  que deambulan por los bordes fangosos capturando invertebrados de entre el barro, gracias a sus largas patas provistas de enormes dedos y su picos muy finos y desarrollados

            La nutrición insectívora o granívora desarrollada por las aves que habitan el carrizal, como las currucas ( Sylvia atricapilla , Sylvia hortensis ) que se alimentan de pequeñas bayas, o la golondrina común (Hirundo rustica), que se alimenta de insectos en sus rápidos vuelos. Sin embargo muchas especies pueden variar su comportamiento nutricional adaptándose a las circunstancias. Así, durante el período de cría presentan un comportamiento preferentemente insectívoro, evolucionando hacia la consumición de frutos y semillas durante el otoño.

            – El comportamiento típicamente cazador desarrollado por el aguilucho lagunero (Circus aeruginosus). 

v      La distribución espacial también ofrece cierta alternancia. Así, existen especies que utilizan los humedales en el verano, mientras que otras acudirán allí en invierno. Asimismo durante el día, algunas especies utilizan como se ha indicado ya, el carrizal como dormidero nocturno y otras como diurno, no superponiéndose sus ciclos alimentarios.

De esta manera, y como se refleja en el el gráfico las relaciones interespecíficas adquieren dimensiones de gran complejidad, modificándose el sistema principal de relaciones con múltiples factores, como son:

·         La fase de desarrollo en que se encuentre el individuo. Como se indica, el régimen nutricional de las fases larvarias de aquellas especies que experimentan metamorfosis es diferente al de las fases adultas. Es ésta una manifestación más de las adaptaciones que se producen para minimizar el efecto de competencia que pudiera producirse por la presencia simultánea de las dos fases -adulto y larva– en un mismo biotopo.

·         La época del año, que condiciona los niveles poblaciones y el alimento existente. Así, durante el invierno, el alimento disponible se reduce y las redes tróficas se empobrecen, desapareciendo o reduciéndose el número de individuos y de especies presentes en el ecosistema, siendo sustituidas por otras como las aves invernantes y quedando la actividad general muy reducida. En estas condiciones las especies adaptan su régimen alimenticio y su metabolismo, siendo de especial interés las especies vegetales de fructificación tardía, así como los comportamientos de algunas especies que almacenan alimento para estos períodos de carencia. 

La flora de los humedales

Las especies botánicas que caracterizan este ecosistema, se organizan en forma de bandas más o menos concéntricas según la dependencia de la humedad y la resistencia al contenido en sales.

·         La primera formación vegetal, en el exterior de la laguna, está constituido por un pastizal herbáceo nitrófilo constituido por gramíneas de poco porte. Destacan como especies representativas, el cuernecillo (Lotus corniculatus), el malvavisco (Althaea officinalis), los tréboles (Trifolium pratense), el fenal (Brachypodium phoenicoides), Carex divisa , Sonchus maritimus o el heno blanco (Holcus lanatus).  A este pastizal le siguen, más cerca de la orilla aunque todavía con abundante salinidad en el medio, un juncal que alterna con las gramíneas anteriores, constituido por Scirpus holoschoenus y Juncus acutus . Esta comunidad es la más sensible de las tres y, por lo tanto, tiende a reducirse en favor, sobre todo, del carrizal.

·         Una segunda orla vegetal está constituida por especies , de porte herbáceo alto, que viven parcialmente sumergidas ( helófitos ), constituyendo comunidades densas sometidas a variaciones frecuentes del nivel freático y por lo tanto, de gran resistencia. Destacan, como especies más importantes, el carrizo , Phragmites australis, constructor del paisaje típico de estas zonas húmedas y cuyas formaciones, que adquieren gran densidad, los carrizales, suponen un refugio casi inexpugnable para la avifauna en sus períodos de cría, en especial las anátidas o el aguilucho lagunero.

      El carrizo es una gramínea que puede superar los tres metros de altura con gran capacidad de colonización en aquellas zonas con un grado mínimo de humedad edáfica y una gran fluctuación del nivel freático , por lo que su desarrollo es rápido y extenso hacia el interior de las lagunas a medida que se van colmatando . Se desarrolla preferentemente en aguas con alto contenido en cal. Se ha calculado que el carrizo, en perído estival, crece a un ritmo de 1 mm/hora.

      Suele acompañarse de la enea o espadaña Typha latifolia, generalmente situada por delante del carrizo, tomando contacto directo ya con el agua de la laguna, así como de otras especies de porte menor como la salicaria (Lythrum salicaria) y algunas trepadoras que se desarrollan en los bordes del carrizal, como la nueza (Bryonia dioica), que contribuyen al enriquecimiento del ecosistema pues con sus flores atraen a muchos insectos que servirán de alimento a ciertas aves como los carriceros .

            Cuando el nivel freático es estable, puede surgir con fuerza la masiega (Cladium mariscus) que llega a constituir, como en las Tablas de Daimiel, una turba que, por sus compuestos de fósforo oxidables e inflamables, presenta una capacidad de incendio espontáneo sumamente peligrosa.

       El conjunto de especies vegetales que definen esta orla se conoce frecuentemente como cañaveral, constituyéndose en una estructura densa, con gran biomasa y productividad , que proporciona no sólo refugio y protección a las especies animales frente a los predadores o las inclemencias meteorológicas, como dormidero nocturno o diurno de aves, sino que sirve de soporte a los nidos y permite que la cría de los pollos tenga garantías de éxito. Allí encuentran gran cantidad de alimento, tanto por los insectos y bayas < que produce, como por las formas vegetales asociadas que con sus tallos, hojas y semillas alimentan incluso a micromamíferos .

      Esta elevada productividad lo convierte en el elemento imprescindible que permite la implantación de las demás formaciones vegetales, gracias al aporte de materia orgánica y la retención de elementos inorgánicos como nitratos y fosfatos, cuyo ciclo natural de eliminación se ve así retardado y enriquecidas las posibilidades tróficas del ecosistema.

·         La formación vegetal más interna está formada por una vegetación acuática cuyas adaptaciones les permiten llevar una vida anfibia, habiendo desarrollado estructuras de flotación para mantener emergidos sus órganos reproductores, y reducido hojas y raíces, de modo que la captación de nutrientes y oxígeno la realizan directamente por la epidermis.

      Aparece constituida por especies sumergidas, como la ova (Chara sp.) que forma a veces, en las zonas más someras en las cuales la temperatura es mayor , el aspecto de un tapiz muy tupido formando grandes «praderas» y constituyendo el sustrato alimenticio no sólo de patos buceadores sino también de peces e invertebrados; especies flotantes, como la lenteja de agua (Lemna gibba) y especies emergentes, con parte aérea –aparato reproductor y algunas hojas–, y parte sumergida –raíces y algunas hojas modificadas–, como ciertos < ranúnculos (Ranunculus sp.) o el lastán (Carex divisa) que sirven de alimento a las diferentes especies de anátidas y rálidas < que pueblan la laguna.

 

 

             

Los humedales de la Península

En la Península Ibérica, pese a su situación de predominante mediterraneidad,  se dan las circunstancias geológicas y climáticas que permiten el desarrollo de un importante número de humedales. En el año 1948, el biólogo Luis Pardo inventarió, en su Catálogo de los Lagos de España, unos 2.500 humedales. Las actuaciones humanas desde entonces han reducido, como veremos, alarmantemente este número, siendo urgente un estudio general y un planteamiento global que permita el mantenimiento en condiciones óptimas de los espacios de estas características que aún persisten. De hecho, la entrada en vigor de la Ley de Aguas (2 de agosto de 1985), impuso a partir del 1 de enero de 1986, la obligación de realizar un inventario de las zonas húmedas, reales y potenciales, de nuestro país, a la vez que establecer pautas que regulen y controlen las actividades humanas, especialmente la explotación de estas áreas y su contaminación o degradación, incidiendo en la necesidad de recuperar aquellas que puedan ser susceptibles de hacerlo, por no haber adquirido características irreversibles su proceso de destrucción.

             Los humedales de la Península Ibérica pueden ser clasificados en dos grandes grupos: 

            Costeros o marismas: Son el resultado de la dinámica creada entre el mar y los grandes ríos que desembocan en él. La combinación de una intensa actividad sedimentaria por parte de los ríos, junto a un trabajo de redistribución de estos sedimentos de modo que se consiga un cierre parcial de la desembocadura al mar, transforma los primitivos estuarios en llanuras de inundación, mal drenadas, donde el cauce fluvial serpentea y se divide en numerosos brazos que se anastomosan, formando una red muy extensa. Es el caso de las marismas del Guadalquivir, las zonas costeras de Ayamonte y Reina Cristina o del Delta del Ebro.

            La profundidad de las aguas es pequeña, y la capa freáticas se dispone muy superficialmente, al situarse sobre terrenos llanos jóvenes y con una litología fundamentalmente arcillosa y por lo tanto poco permeable. Por ello las fluctuaciones de nivel son muy acusadas con las estaciones, llegando a secarse parcialmente en verano y a sufrir grandes inundaciones en invierno. La influencia marina es grande, confluyendo dos tipos de aportes diferentes de agua: los dulceacuícolas, procedentes de los ríos, y los salobres , procedentes de las aportaciones marinas durante las mareas. De hecho muchas de estas áreas han estado dedicadas, además de a la explotación pesquera o el establecimiento de granjas de acuicultura, y al marisqueo, a la extracción de sal o al cultivo del arroz.

             Continentales: Generalmente dispuestos en cuencas interiores, construidas frecuentemente por ríos, aunque existen otras de origen fundamentalmente < tectónico . Sus aportes de agua son dobles:

            – por un lado la red fluvial que recoge las aguas de escorrentía de los relieves adyacentes

            – por otro, y el más importante, los aportes procedentes de la descarga del acuífero subyacente. Estos acuíferos suelen estar definidos en litologías detríticas de carácter arenoso, fundamentalmente, resultado de la sedimentación fluvial.

            Según las dimensiones y profundidad de la capa freática , así como la intensidad de los aportes fluviales, las fluctuaciones de nivel serán más o menos acusadas en relación con la estación climática.

            Por otro lado, las características de salinidad de las aguas vienen muy condicionadas tanto por la litología de los terrenos que configuran los márgenes de las cuencas, erosionados durante la época lluviosa, como por la de los terrenos que definen el acuífero. Asimismo, la aridez del clima y el endorreismo contribuyen a la concentración salina, bien por aumentar, en el primer caso, la evaporación del agua o, en el segundo, tender a la colmatación por la acumulación de sedimentos que no pueden escapar de la cuenca al carecer ésta de salidas naturales.

            En efecto, estas lagunas endorreicas, de escasa profundidad, experimentan rápidamente los efectos de las fluctuaciones climáticas, inundándose y secándose periódicamente, lo cual afecta evidentemente a la fauna y flora allí establecidas. Así ocurre en algunas de las más grandes lagunas actuales como las de Fuente de Piedra (Málaga), Gallocanta (Zaragoza-Teruel) o el complejo lagunar de Villafranca/Alcázar de San Juan, estas últimas actualmente en período de recuperación tras la sequía de los últimos años.

             La actividad humana contribuye a definir espacios húmedos, bien por el favorecimiento de la retención de agua por medio de la construcción de diques o represamientos, o por la eliminación de capas superficiales de terreno hasta permitir el afloramiento del agua contenida en el acuífero subyacente, como en el caso de las graveras situadas en los márgenes del Jarama.

             En el primer caso, cuando los niveles de agua embalsada fluctúan mucho, están sometidos a una actividad humana recreativa intensa o, simplemente, porque la profundidad y características morfológicas del relieve son demasiado marcadas, no puede desarrollarse adecuadamente la vegetación palustre, necesitada de un nivel somero de agua, y por lo tanto no acaba de configurarse adecuadamente el espacio húmedo. Los embalses de pequeño tamaño, aguas poco profundas y parcialmente cubiertos de vegetación y sedimentos, son los mejores candidatos a constituirse en dormideros estables de aves acuáticas. En el área de estudio es de destacar la laguna artificial de Ontígola , situada en la cuenca definida por el arroyo del mismo nombre, sobre terrenos detríticos de grano medio-fino, y con unos aportes hídricos claramente salinos debido a los terrenos yesosos que configuran los laderas que rodean la laguna.

             En el segundo caso, la excavación y afloramiento del acuífero bien con fines extractivos (areneros y graveras), bien con fines ganaderos o cinegéticos, para proporcionar abrevaderos a los animales, ha generado espacios húmedos que pueden resultar de interés cuando la explotación que los originó decae en intensidad. En el caso de las lagunas asociadas a las graveras, la contaminación de las aguas y el relleno con escombros, limitan la posible evolución hacia una naturalización de las zonas húmedas.

             En general, la situación geográfica de la Península Ibérica es de gran interés estratégico desde el punto de vista ecológico, pues, como ya se ha comentado, se encuentra en  la ruta migratoria seguida por muchas aves centroeuropeas en sus desplazamientos hacia el sur, llegando en ocasiones al continente africano. Ello resalta la importancia de sus áreas húmedas, pero muy particularmente las del interior peninsular, donde constituyen auténticos oasis en donde recalar en esos largos recorridos. En muchas ocasiones algunas especies se convierten en nidificantes en nuestro territorio y pasan a enriquecer el acervo zoológico de la Península.

Los humedales del Sureste de la Comunidad de Madrid

En la Comunidad de Madrid existen más de 130 áreas húmedas, entre embalses, humedales naturales y graveras, ocupando una superficie de más de 7000 hectáreas. Un 15% de ellas está sometido a un régimen normativo de protección, dados sus valores ecológicos. De hecho en los últimos años se ha detectado un aumento importante de la presencia de aves en estos espacios húmedos procedentes de otras áreas en proceso de degradación o desecación, como las Tablas de Daimiel.

            La limitada presencia de zonas húmedas en la Comunidad de Madrid, especialmente en la zona de la cuenca central los ha convertido en espacios privilegiados de importancia única en el ontexto ecológico, que exige una potenciación puntual y radical para evitar su degradación. 

Entre los humedales más significativos que podemos encontrar en la zona destacan:

  • El sistema lagunar  de “tablas” formado por la s lagunas de Casasola , San Galindo y San Juan y los carrizales de la Dehesa de Bayona y el de la Dehesa de Villaverde, formadas al aflorar en superficie el agua del acuífero cuando éste es cortado por el relieve. Son humedales protegidos y catalogados, con un régimen hídrico fluctuante con la pluviosidad y con tendencia a la colmatación . Son espacios de gran interés porque suponen una estación de descanso en los recorridos migratorios de muchas especies entre Europa y África además de ser el lugar donde numerosas especies nidifican y crían, llegando a superar los 4000 individuos las especies de anátidas durante el período de cría.
  • La Laguna de Ciempozuelos ,  localizada en una gravera sobre el Jarama, en las cercanías de Titulcia es un humedal protegido y catalogado de gran importancia ecológica por la avifauna que cobija, especialmente especies  como la garcilla bueyera o el martinete . Forma parte del Parque Regional del Sureste y de la ZEPA, Cortados y Cantiles de los ríos Jarama y Manzanares.
  • El meandro del Jembleque y la laguna extractiva aparejada, situado en la vega del Jarama, a la altura del Puente Largo en Aranjuez es otro humedal de gran importancia, especialmente por las especies de anátidas y aves palustres que se cobijan en los carrizales de sus márgenes. Forma también parte del Parque Regional del Sureste y de la ZEPA Cortados y Cantiles de los ríos Jarama y Manzanares.
  • El Salobral y otros saladares formados en las condiciones semiendorreicas que caracterizan las cuencas que definen los arroyos en los relieves de transición existentes entre la Mesa de Ocaña y las terrazas altas del Tajo. Mal drenados e intermitente conectados con el Tajo, estos arroyos a menudo se desecan en superficie y depositan láminas de los sulfatos y sales que llevan disueltas sus aguas.
  • Otra estructura similar la constituye también la Laguna de Las Esteras protegida e incluida en el Catálogo de Embalses y zonas húmedas protegidas. Situada cerca de Villaconejos se trata de una laguna salobre , de régimen y nivel fluctuante y que deposita, al evaporarse las aguas, grandes capas de sales sulfatadas de aprovechamiento minero .  De ahí que sea junto a esta laguna que se hayan situado las instalaciones de Sulquisa, una empresa que comercializa el sulfato sódico que obtiene de la thenardita .
  • El carrizal de Villamejor . Parte de la ZEPA, carrizales y sotos de Aranjuez.
  • El meandro abandonado del Soto del Lugar
  • El Mar de Ontígola .

Problemática ambiental de los humedales

 

Los humedales son uno de los ecosistemas más amenazados dada la gran dependencia que presentan del aporte de agua y su elevada sensibilidad a la contaminación ambiental.

            El reconocimiento de la importancia medioambiental de los humedales es un hecho reciente. Hasta el año 1986, con la entrada en vigor de la Ley de Aguas de 2 de agosto de 1985, estuvo vigente la llamada Ley Cambó o Ley de Marismas, promulgada el 24 de julio de 1918, sobre desecación de lagunas, marismas y terrenos pantanosos, que considceraba a estos espacios, insalubres e improductivos y fomentaba su desecación y eliminación para su posterior aprovechamiento agrícola.

            De este modo, lagunas de gran importancia con la de Antela, en Orense; la de La Nava, en Palencia, o la de la Janda, situada en Cádiz, desaparecieron para siempre como humedales peninsulares debido a la desecación realizada por el hombre.

            La Laguna de La Janda es quizá el paradigma más claro de este proceso de agresión al medio ambiente. Fue la mayor laguna natural que existió en España en tiempos recientes, con 40 km, de longitud y 6 km de anchura, y representaba, dada su cercanía al Estrecho de Gibraltar, el último punto de escala europea de numerosas aves migratorias y, además, el último lugar peninsular donde crió la grulla común. Desecada en 1952, el escaso aprovechamiento agrícola que de su superficie se ha hecho no justifica en absoluto la pérdida de tan importante humedal. Como en otros muchos casos, tras la desecación, el terreno carece de la calidad suficiente para soportar pastos o cultivos que rentabilicen económicamente la destrucción de estos espacios. En cualquier caso las zonas de cultivo tienen una productividad primaria menor que la de una zona húmeda, por lo que su aportación ecológica siempre será inferior.

            No es este, sin embargo, un fenómeno exclusivamente español. Se calcula que el 75% de los humedales europeos han sido destruidos.

             Otro gran riesgo, especialmente en momentos de sequía, es la sobreexplotación de los acuíferos que mantienen el humedal de modo que se extrae más agua de la que son capaces de recuperar mediante la captación de precipitaciones. Este hecho se manifiesta en aquellas zonas en que de modo natural el acuífero aflora a la superficie –«Tablas»–, a veces a mucha distancia de la zona en que se está produciendo la extracción del agua. Ello complica la situación al no relacionarse de modo patente el efecto con la causa que lo produce y entremezclarse, en ocasiones, con problemas competenciales o políticos que impiden un ordenamiento puntual y racional de los recursos hídricos.

             Así se ha llegado a la casi total desecación de las Tablas de Daimiel, Parque Nacional situado en la provincia de Ciudad Real formado por los aportes de agua superficial de los ríos Cigüela y el afloramiento subterráneo del Guadiana, pese a los esfuerzos por regular los caudales hídricos que mantienen el nivel del acuífero 23 –aporte principal de agua de las Tablas, con sus 5500 km2 de superficie–, controlando y eliminando en gran parte las captaciones ilegales que privaban al Cigüela de su caudal; limpiando el cauce del Guadiana y eliminando los canales de drenaje que en los años 60 y 70 se construyeron para desecar las Tablas y convertirlas en áreas de cultivo: en el verano de1995 de las, aproximadamente 1500 Ha. encharcables de las Tablas, sólo permanecían 50.

             Los esfuerzos por derivar agua superficialmente desde el trasvase del Tajo al Segura han sido, en definitiva, infructuosos. Además, estas inundaciones artificiales pueden suponer en sí mismas un nuevo problema, al alterar la calidad del agua que caracteriza la zona y, con ella, la ictiofauna del lugar. En cualquier caso, estos esfuerzos alejan quizá de modo irreversible la posibilidad de recuperación del espacio natural, siendo sustituido por otro, de marcado carácter artificial.

             Las características climáticas de las zonas del interior peninsular en que se forman estas lagunas, frecuentemente de gran aridez, las somete a grandes fluctuaciones de nivel, que amenazan a veces con su total desecación. En estas condiciones son fácilmente erosionables los terrenos debido a las corrientes de turbidez que se forman cuando aparecen las lluvias, o bien se colmatan de sedimentos, se eleva su temperatura y se produce una eutrofización del terreno potenciándose el crecimiento desmedido de algas, adquiriendo características pantanosas y acabando por reducirse las poblaciones vegetales y animales.

             La contaminación de las aguas por vertidos de origen industrial, químico –muchas veces de carácter tóxico o peligroso–, reducen la calidad de las aguas y su transparencia, disminuyendo la fotosíntesis y, por consiguiente, la oxigenación de las mismas. En ocasiones estas sustancias contaminantes, sobre todos los metales pesados, pasan de un componente a otro de la red trófica , acumulándose en los eslabones finales de la misma, afectando a la biodiversidad, dada su gran toxicidad.

             Mención especial lo constituyen las graveras .Las zonas próximas a los ríos, especialmente el Jarama, contienen niveles de gravas y arenas de gran espesor y calidad. El desarrollo de las grandes urbes y de su cinturón periférico conlleva una necesidad creciente de material de construcción que, unido al abandono de la agricultura como ocupación rentable, ha originado una transformación de las áreas de cultivo en explotaciones mineras que, cuando alcanzan el nivel freático subyacente, dan paso a lagunas, en ocasiones de hasta 30 metros de profundidad. La extracción de áridos es uno de los mayores peligros a los que se enfrenta la conservación del medio ambiente de la zona sureste de la Comunidad de Madrid. De hecho algunos municipios, como el de Velilla de San Antonio, han extraído aproximadamente el 40 % de su superficie

            Las agresiones medioambientales que ésta actividad conlleva son numerosas:

             – Destrucción de riberas, vegetación y suelo.

           – Alteración del perfil del suelo, que pierde su horizonte orgánico.

            – Desertización de espacios de alta productividad agrícola.

            – Contaminación acústica y atmosférica.

            – Degradación del paisaje.

            – Desvío de los cursos de los ríos cercanos a las graveras y disminución de su caudal, al aumentar la superficie de evaporación, lo que aumenta la sedimentación y eleva el cauce, aumentando el riesgo de desbordamiento.

            – Contaminación de los acuíferos debido al lavado de los áridos y eutrofización del agua, debido al vertido diario de toneladas de lodos.

 

            Pese a la legislación vigente, cuando la zona sometida a explotación llega a su límite de producción, es frecuentemente abandonada, convirtiéndose en vertederos incontrolados, o exponiendo la lámina de agua a fuentes contaminantes. En otras ocasiones son cubiertas por escombros y vertidos y transformadas en suelo de peor calidad que el original, que acaba por covertirse en poco menos que un erial.

            Todo los aspectos comentados invitan a reflexionar sobre la necesidad de potenciar el mantenimiento y mejora de los humedales de esta región, como garantes de una mayor calidad de vida, no sólo de las especies animales y vegetales que las habitan, sino de las personas que compartimos con ellas un espacio común.

Los humedales del sureste madrileño se caracterizan por ser ecosistemas inmaduros e inestables, que acusan de manera importante las variaciones de las características del medio ambiente que los rodea, al carecer de la capacidad de adaptación a los cambios que un ecosistema más evolucionado posee. Por ello, es imprescindible la adopción de medidas de protección y preservación  de estos espacios, como son:

            – La recuperación de muchos de estos espacios y, entre ellos, de los ocupados por las graveras, de manera que se palíe el impacto negativo que dichas actividades suponen. Así se ha hecho, tras el esfuerzo de casi 10 años, en la Laguna de las Madres en Arganda del Rey, a unos 2 km del desvío que desde la N–III se dirige a Chinchón. Son un conjunto de lagunas que han sido convertidas en espacios en los que se conjugan ocio y disfrute del entorno, con la protección de la avifauna allí afincada. Para ello se ha utilizado un sistema de zonificación, con un grado de protección progresivo, a fin de garantizar la permanencia de los valores ecológicos.

             – Sensibilización de la población, especialmente de los colectivos implicados: agricultores, cazadores, …

            – Eliminación de extracciones y captaciones ilegales de aguas subterráneas.

            – Protección de la vegetación natural.

            – Construcción en los embalses de islas artificiales que posean una cubierta vegetal que pueda ofrecer refugio a las aves.

            – Control firme y rigurosos de los vertidos contaminantes, tanto urbanos como industriales o agrícolas.

            – Extensión del régimen de protección del Parque Regional del Sureste madrileño a los humedales cercanos a Aranjuez.