Historia de la minería del sureste de la Comunidad de Madrid

 Pese a lo que pudiera parecer en primera instancia, el sureste madrileño es un área rica en recursos minerales, lo que ha facilitado su crecimiento histórico, tanto urbanístico y metropolitano como demográfico y económico, al proporcionarle estos recursos la materia prima y fuente de riqueza necesarias para dicho proceso. Desde el Paleolitico existen evidencias arqueológicas del aprovechamiento de los materiales de las terrazas de los ríos de la zona para elaborar los instrumentos líticos (puntas de sílex, cantos de pedernal,...) necesarios para sus actividades.

            En el Calcolítico , paralelamente al desarrollo de la cerámica se potencia la explotación de areneros y depósitos de arcillas necesarios para elaborar los vasos campaniformes que caracterizan la cerámica de esta época en Ciempozuelos (imagen cortesía de Mariano Ayarzagüena)

            No se dan en la zona, como en otras partes de la Comunidad de Madrid, explotaciones mineras de interés que tengan como base la extracción de elementos metálicos (cobre, hierro,...) En efecto, son otros los recursos que atraen a la población y estimulan la creación de asentamientos de importancia en la zona. El principal, el recurso hídrico que proporciona la vega, pero también los recursos minerales: sales, áridos para construcción, aguas minero-medicinales,... Ello justifica la existencia de poblamientos importantes en tiempos de los carpetanos, primero, y desde el siglo III, de romanos en Titulcia, Tielmes, Villarejo de Salvanés, Aranjuez,... que han dejado como vestigios restos de antiguas villas, monumentos diversos y vías, posteriormente aprovechadas como vías pecuarias para la transhumancia del ganado. Por las cercanías de Titulcia pasaba el eje de comunicación entre Tarraco (Tarragona) y Caesar Augusta (Zaragoza) y Emerita Augusta (Mérida), a través de Complutum (Alcalá de Henares).

El paso de los árabes por España se refleja en la importancia de los materiales de construcción necesarios para sus fortalezas defensivas, como refleja el Castillo de Oreja , antigua fortaleza defensiva árabe, posteriormente utilizada por los caballeros de la Orden de Santiago. La austeridad que siguió a la Reconquista no invita a la construcción de grandes edificios por lo que hubo que esperar hasta la llegada de los Austrias   para lograr que la zona recuperase su interés minero, pese a que éstos basaban la construcción principalmente en materiales graníticos que obtenían de la Sierra; no obstante existen obras hidráulicas de esta época que utilizan la caliza  de Colmenar de Oreja, como es la construcción de la presa de Ontígola por iniciativa de Felipe II ) Hay constancia también de alguna explotación de oro y plata en los términos de Getafe y Pinto, pero no es hasta el siglo XVIII en que la llegada de los Borbones  dirige su mirada definitivamente hacia el establecimiento del Real Sitio de Aranjuez y la zona adquiere la relevancia minera que le corresponde por la abundancia y calidad de sus materiales, en especial durante el reinado de Carlos III .  Es la llamada caliza de Colmenar, junto con el yeso ,   con la que se construyen, muchos palacios y obras monumentales, quedando el granito, más difícil de labrar, para pilares y basamentos de los edificios, buscándose frecuentemente el contraste cromático al emplear ambas piedras en el mismo edificio.. Así, por ejemplo, la Puerta de Alcalá o de Toledo están construidas en granito pero todos los escudos, estatuas y ornamentos lo están con caliza de Colmenar. En las canteras de Colmenar de Oreja trabajaban la roca a mediados del siglo XVIII más de 350 cuadrillas de canteros.

            A comienzos del siglo XIX la minería del sureste conoce un cierto apogeo. En este momento se encuentran en explotación las salinas Espartinas (imagen cortesía de Octavio Puche) en Aranjuez, en las que Rafael de Rodas encontró thernardita, y las de Carcaballana , en Villamanrique de Tajo y, en 1850 se abre la Mina Consuelo, en Chinchón, para obtención de sales sódicas para la elaboración de vidrio y jabón en las fábricas de Aranjuez. Otras minas similares de sales sódicas se abren en la zona: las explotaciones de sal gema en Colmenar de Oreja (1855), en 1862, las minas de glauberita    del Carmelo (Chinchón y Ciempozuelos) o las minas de San Ramón y San Ignacio en Aranjuez (1873). Es de destacar que el primer reconocimiento mundial del mineral glauberita fue realizado en 1807 por el naturalista Dumeril, en la localidad toledana de Vilarrubia de Santiago, perteneciente a la misma unidad geológica que las citadas en Madrid.

A partir de mediados del siglo XIX la minería de los sulfatos entra en crisis por sus elevados costes, cerrándose la fábrica de barrilla y jabón de Aranjuez en 1868, liberalizándose la explotación de estas instalaciones a partir de 1869 que hasta entonces habían sido regentadas por el Estado. La minería salina entró así en un período de inactividad hasta que, a finales de siglo, comenzaron a hacerse cargo de estas explotaciones propietarios privados. No hay grandes novedades en la minería del sureste a lo largo del XX, salvo la apertura, el 25 de enero de 1903, del tramo de ferrocarril del tren de vía de estrecha desde Arganda hasta Colmenar de Oreja, con lo que se daba un respaldo importante a toda la minería del sureste. Sin embargo, las nuevas explotaciones se centran en la zona norte de la Comunidad, en los municipios cercanos a la Sierra de Guadarrama. Muy al contrario, la minería en el sureste se especializa y se abandonan algunas explotaciones como las salinas mencionadas de Espartinas y Carcaballana . Tan sólo permanecen las explotaciones salinas de bentonita y sepiolita, en Vicálvaro, en las cercanías de Madrid, y de glauberita/thenardita , en el sureste madrileño. En cambio, como consecuencia, primero del cese de la Guerra Civil y la reconstrucción posterior del país y, después, de la explosión demográfica de los 60 en la extracción de áridos y calizas destinadas a la construcción, estabiliza su producción, como en el caso de los yesos, arenas o calizas, o la aumenta sensiblemente, como en el caso de las gravas, situación que perdura hasta nuestros días, en las que se puede decir que son estas dos producciones mineras las principales de nuestra zona.

Extracción de arcillas

Se trata de un tipo de minería que, tras conocer un período de esplendor en los años 70, ha venido experimentado un continuo declive quedando relegada actualmente a unas pocas explotaciones. Estaba destinada a proporcionar la materia prima necesaria para la fabricación de cerámica, ladrillos y cemento. Se asentaban las explotaciones sobre materiales miocénicos y cuaternarios. En la zona sólo existe una explotación, el Juncal en Aranjuez, destinada a la producción de cemento en las instalaciones que la cementera Portland Valderribas tiene en Morata de Tajuña, entre otras localizaciones. Esta explotación extrae la arcilla de una capa de margas intercalada entre las calizas del páramo.

En la zona existía una importante actividad artesana ligada al aprovechamiento de las arcillas. En efecto, en Colmenar de Oreja radicaba hasta hace unos años una industria cerámica tinajera que producía enormes tinajas destinadas a la conservación de vino y aceite, que exportaban a toda la Península y, en especial, a Castilla La Mancha. Existe constancia escrita de la existencia de estos hornos desde mediados del siglo XVIII aunque su origen sea con toda seguridad anterior, tal vez árabe. En ellos se fabricaban también tejas para construcción. Las tinajas se elaboraban a mano, sin molde, algunas tan grandes que admitían de 100-400 arrobas de cabida (1100-4600 kg), llegando a alcanzar los 4 m de altura y 4 cm de grosor de la pared, citándose una de 1889, de 1041 arrobas de cabida que no pudo llegar a cocerse debido a su descomunal tamaño. En 1891 existían 32 hornos que se alimentaban de las capas arcillosas rojizas de la base de la Unidad Superior miocénica , bajo las calizas del páramo, que aparecen intercaladas con areniscas . A partir de mediados del siglo XX la producción comienza a decaer, dejando de funcionar el último horno en 1994. El procedimiento de fabricación era muy laborioso y totalmente manual, según narra el Ingeniero de Minas Octavio Puche, estudioso de estos hornos: inicialmente se extraía la arcilla y se fabricaba el barro, mezclándola con agua en los jaraices; posteriormente se eliminan las impurezas (piedras y arena) por decantación al traspasarlos a otras balsas mayores. A continuación se “pisaba” el barro esparciendo una capa de arena sobre él, de un modo parecido a como se pisaban las uvas en el lagar, con el fin de evitar que el barro se agrietara al secarse. Trasladado el barro a cuevas profundas, húmedas y frías, para evitar que la desecación, comenzaba la labor de fabricación de la tinaja, sin torno, con la ayuda de una tabla fija a la mano, la “astilla”. Se iban añadiendo las capas la arcilla, por pisos de aproximadamente un pie de altura, dejando secar aproximadamente un mes antes de iniciar otro piso, iniciando el proceso con otra tinaja. Entre piso y piso se hacía una marca en la tinaja, denominada niñuelo, rodeándola con una soga, cuya finalidad era la de sujetar la labor mientras se secaba la tinaja, pudiendo tener una tinaja de 500 arrobas unos 20 niñuelos. Para una tinaja de 15 arrobas se requería en los últimos tiempos más de un mes (aunque las labores antiguas podían implicar períodos de 9 meses o más para las tinajas grandes, de 400 arrobas o superiores). El proceso se iniciaba en octubre y solía acabar en junio cuando, tras secarse totalmente durante 40 días –la cuarentena- se llevaban al horno en julio. Las tinajas se cocían entre julio y septiembre. Estos hornos, de base prismática, tenían unos 3,5 m de altura y unos 7-9 metros de lado, coronados por una cúpula semiesférica y con cuatro chimeneas –lumbreras- en los vértices y otras tantas en el centro de las paredes del horno. Bajo el nivel del suelo está la cámara de combustión que puede llegar a tener hasta 5 m de profundidad. Tras introducir las tinajas (hasta 40 de distintos tamaños) se tabicaba la puerta con ladrillos y se prendía fuego a la leña (unos 12.000 kg) depositada en la cámara de combustión, ardiendo inicialmente a una temperatura moderada (100 ºC) para luego fraguar a unos 400 ºC. Finaliza el proceso tapando la chimenea y ahogando la combustión. La duración total de este proceso venía a ser de 4-5 días. Tras ella se impermeabilizaban interiormente las tinajas, con pez para el vino y con sebo para el aceite y se repartían para su uso. La última tinaja que salió de Colmenar de Oreja fue encargada por la Comunidad de Madrid para el pabellón que tenía en la Exposición Universal de Sevilla de 1992.

 

Extracción de aridos: arenas y gravas

El aprovechamiento de los materiales terrígenos de la vega para construcción ha sido una constante desde hace siglos en la zona. Hay referencias escritas de estos usos extractivos desde principios del siglo XVII de una manera industrial, aunque sin duda estas actividades son tan antiguas como los propios asentamientos humanos.

La Comunidad de Madrid es el primer productor nacional de áridos naturales para construcción, aportando alrededor de un 20% de la producción total. Son arenas básicas, pobres en sílice, no aptas para la obtención de vidrio.

            En cuanto a las gravas , se destinan a la fabricación de hormigón armado. Son explotaciones muy rentables dado que exigen poca tecnología, pues los materiales aparecen expuestos en superficie, con un espesor no superior a los 12 m, generalmente de menos de 4 m, lo que ha disparado el número de explotaciones de este tipo.

            Estos materiales se obtienen, sobre todo, de las terrazas cuaternarias de los ríos y, en menor grado, de los aluviones del cauce.

            La sobreexplotación de estos recursos genera un evidente impacto ambiental , tanto paisajístico como ecológico, alterando gravemente la dinámica fluvial y de los acuíferos subyacentes poniendo en peligro incluso espacios protegidos legalmente. Tal es el caso del humedal clasificado de El Soto del Lugar , en las proximidades de Añover de Tajo, en cuyas cercanías existe una amplia explotación de graveras con un ritmo de desmonte del terreno frenético y que está exponiendo la lámina de agua que sustenta el citado espacio protegido.

Son múltiples las consecuencias medioambientales   de este tipo de explotación minera, alterando las características y dimensiones del acuífero y modificando gravemente la dinámica del río, junto con la deteriorada situación en que, en ocasiones, quedan estos espacios al finalizar la explotación .

          Existen 22 explotaciones en la zona, de las cuales 4 están en el Tajo (2 en Aranjuez, situadas aguas abajo de la Junta de los ríos –Junta de los Ríos y La Flamenca-, iniciadas a finales de los 80, y 2 en Fuentidueña de Tajo) y el resto en el Jarama, más una más sobre el Jarama, abierta en los últimos años a la altura del Puente Largo  que, aunque perteneciente a Toledo, impacta también sobre la dinámica del Jarama a su paso por el sureste de la Comunidad de Madrid.

            Desde 1973 la Ley de Minas obliga a recuperar los espacios afectados por la minería. Sin embargo, como constata Uribelarrea (1998) del total de las graveras existentes dentro del Parque Regional del Sureste de Madrid, sólo se recuperó hasta 1991, un 5%, para usos agrícolas, con escasos resultados debido a la pobreza y apelmazamiento del suelo artificialmente creado, su elevada alcalinidad (alto contenido en yeso), su alterabilidad,..., lo que crea un estrés fisiológico a los cultivos que disminuyen su productividad y porte

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Calizas

Desde los tiempos de los Borbones e incluso antes, eran conocidas las virtudes para la construcción de la caliza miocénica de Colmenar que, a partir del siglo XIX, suministraba en exclusiva este material para toda la Comunidad de Madrid, al decaer el uso de las calizas cretácicas   de Guadalix y Torrelaguna debido a las dificultades del transporte. El prestigio geólogo Hernández Pacheco opinaba de ellas que eran “la mejor piedra caliza de sillería de toda Castilla la Nueva”.

La explotación histórica de estas canteras es antigua, probablemente desde el siglo XV, aunque irregular en su aprovechamiento. En la actualidad existen en la zona once de las doce explotaciones con que cuenta la Comunidad, tras una fuerte crisis del sector en los 80 que obligó a cerrar un buen número de canteras. De ellas, las zonas más productivas corresponden a las explotaciones de Morata de Tajuña. En el propio Colmenar de Oreja solo queda ya una explotación, a cielo abierto.

Es el primer producto, en volumen, de la extracción mineral de cantera en nuestra Comunidad. Estas calizas se destinan, en su mayoría (alrededor del 80%), a la fabricación de áridos , tras su trituración, y de cemento y, en menor grado, a la fabricación de cal por combustión de la roca., cargas para pinturas y a la obtención de materiales para construcción (sillería, roca ornamental, mampostería).

Se obtiene mediante la explotación de los niveles de caliza pontiense o del páramo, a través de la voladura de la roca con barrenos verticales, en el caso de la caliza destinada a áridos, o mediante desmonte con excavadora para las calizas de construcción. Anteriormente no se realizaban voladuras sino que se extraía la roca mediante amplias galerías, que aún se conservan parcialmente visitables en Colmenar de Oreja, y que en ocasiones tenían tragaluces para iluminación, en las cuales en turnos de 12-14 horas, cuadrillas de 3-5 canteros iluminados con velas y más tarde con carburos, rompían mediante cuñas la piedra del techo aprovechando las diaclasas naturales cuyo comportamiento debía conocer el cantero con precisión, dado el alto riesgo de hundimientos que comportaba la tarea. La extracción posterior de los bloques mediante tracción por bueyes y caballos sobre planos inclinados completaba una tarea sumamente dura, que conseguía extraer de 7-8 m3 por cuadrilla y semana, que hoy ha sido sustituida por labores a cielo abierto.

La rentabilidad de estas explotaciones está limitada por la escasez de los recursos (no son capas muy potentes, con espesores que no superan, de media, los 20 m) que no permiten competir con las potentes calizas cretácicas de la Cordillera Ibérica, como la famosa Piedra de Tamajón (Guadalajara) o la arenisca calcárea miocénica denominada Piedra de Novelda (Alicante).

            Con Piedra de Colmenar se han construido el Palacio Real, la Iglesia de San Jerónimo y la Plaza Mayor de Madrid; los ornamentos de la Puerta de Alcalá, de la de Toledo o de la Puerta de Hierro, en Madrid; el Palacio de Aranjuez y la Casa de El Labrador, el Puente Largo   sobre el Jarama, la Escuela de Ingenieros de Minas, el Ministerio de Agricultura, la Biblioteca Nacional, la Catedral de la Almudena, el Museo del Prado, el Observatorio Astronómico de Madrid, las estatuas de los Jardines de Aranjuez , y de la Plaza de Oriente de Madrid, entre otros importantes edificios y monumentos.

Sales sódicas

Estos depósitos de sales se formaron por precipitación en cuencas lacustres cerradas hipersalinas, en las áridas condiciones climáticas reinantes durante el Mioceno inferior , configurando la llamada Unidad Salina .  Las formas salinas se encuentran intercaladas en los bancos yesíferos masivos correspondientes a las facies centrales de la cuenca de Madrid.

  • Glauberita y Thenardita. (Sulfatos sódicos)

Son yacimientos raros y escasos ya que suelen alterarse o eliminarse por la infiltración de agua, dada la gran solubilidad del sodio. La explotación de estas sales, que data de mediados del siglo XIX, existente en la Comunidad de Madrid, junto a la de Toledo (“ Mina El Castellar ”, en Villarrubia de Santiago) y las de Burgos (Cerezo del Río Tirón) y la recientemente abandonada de Logroño (Arrúbal) convierten a España es el único país de la Unión Europea productor de sulfato sódico natural, usado en las industrias de detergentes, papel y vidrio. (unas 331.000 toneladas de glauberita/thenardita). Los yacimientos de la cuenca del Tajo, tienen entre todos ellos, un interés especial, por su extensión y espesor, proporcionando casi el 50% de la producción española de sulfatos sódicos. Anteriormente a estas fechas, la fuente principal de sosa (“barrilla”) para la fabricación de vidrio y jabón se obtenía por la quema de las llamadas plantas barrilleras , cuyas cenizas aportaban un alto contenido de este material.

Son dos tipos de sulfatos sódicos diferentes: la glauberita   es un sulfato sódico (Na2SO4·Ca SO4) y la thenardita  es un sulfato sódico puro (Na2SO4). Junto a ellos aparece en ocasiones la mirabilita,  un sulfato sódico hidratado (Na2SO4·10H2O). La glauberita parece tener un origen primario, formándose junto con el sedimento, mientras que la thenardita, que aparece en capas de poco espesor (<20 m) en la Comunidad de Madrid, rellenando huecos, parece haberse formado secundariamente al depósito de los sedimentos. El yacimiento de thenardita, situado algo más al sur, en la provincia de Toledo, explota una capa de hasta 3,5 m de potencia y de una longitud kilométrica.

Estos sulfatos se utilizan en:

a.       Producción de sosa (Na2O) y azufre (S) para fabricación de vidrio y jabones, en industrias papeleras (formación de pasta de papel por digestión de la madera), cerámicas (fundente), en tinción de lanas, tratamiento de aguas,...

b.       Fabricación de detergentes (al ser de fácil disolución y proporcionar blancura y soporte a las sustancias tensoactivas)

c.       Obtención de sulfatos de plomo (para pigmentos de pinturas y baterías), sulfatos de potasio (fertilizantes, vidrio, medicinas,...); sulfatos alumínicos (potásicos y sódicos), sulfuro sódico (tintes, jabones, fotografía,...), silicatos sódicos (adhesivos, catalizadores,...) etc.

Destaca la explotación de  glauberita existente en la Comunidad de Madrid, la “ Mina Fátima ” (SULQUISA S.A) se encuentra en el término de Colmenar de Oreja, en el límite con el de Villaconejos y Titulcia, que produce más de 67.000 toneladas anuales de sulfato sódico anhidro.

 

Este otro tipo de explotación salina tenía como finalidad principal el producir sal para el consumo alimentario. Aunque la mayor parte de la sal se obtiene del mar, cerca de un 3% del total nacional se obtiene de manantiales continentales. Otras aplicaciones, cuantitativamente menores, de estas sales se incluyen en la industria química (absorbentes, decolorantes, filtrantes), fertilizantes, producción de vidrio o en la industria farmacéutica y cosmética.

Los afloramientos de aguas salobres en la zona son relativamente frecuentes y depositan en superficie una costra salina de fácil explotación. Tal vez esta sea la justificación de algunos topónimos, como Ciempozuelos (“cien pozuelos”), en referencia a los numerosos pozos para extracción de la sal que realizaban los habitantes del lugar. A este tipo de yacimientos pertenecen:

 

a.       Las salinas “Santa Julia” o La Favorita, en el Tajuña, en el término municipal de Carabaña. En este caso, mediante un pozo se extraen aguas magnésicas subterráneas con propiedades digestivas y purgantes. Es el “Agua de Carabaña” que se embotella en la misma salina. Por precipitación de las sales contenidas en este agua se producen sulfatos sódicos y, en menor proporción cloruro sódico y sulfatos magnésicos destinados a jabones y derivados para cosmética.

b.       Además de estas dos salinas activas merece la pena destacar la existencia de otras explotaciones similares ya abandonadas, destinadas a la explotación mediante evaporación en salinas de sal común (Sotomayor, Salina del Peralejo en Ciruelillos o Alpajés, todas en Aranjuez) o de glauberita , como las dos subterráneas existentes a la altura de San Martín de la Vega (“Casa de las Minas” y “Mina Consuelo”), en la margen izquierda del Jarama, abandonadas a principios de siglo y, especialmente, las salinas Espartinas (imagen cortesía de Octavio Puche), y Las salinas de Carcaballana , situadas en la margen izquierda del Tajo, a un kilómetro al sureste de Villamanrique de Tajo, productoras de thenardita , ambas en funcionamiento hasta fecha reciente.

 

La Comunidad de Madrid es la segunda productora nacional de yeso , tras Andalucía (datos de 1995), aportando el 9% de la producción total (unas 900.000 toneladas). En su conjunto los recursos yesíferos españoles son ingentes, estimados en 60000 millones de toneladas, lo que coloca a España en tercer lugar mundial, tras EEUU y China, y como primer productor y exportador europeo Es por lo tanto una actividad minera sumamente importante para la zona cuyo origen se remonta a la Edad Media, existiendo constancia escrita de la explotación de yeso en Madrid desde tiempos de Felipe II , (a galería de pesonajes) aunque no fue hasta el siglo XIX en que las yeserías adquieren su máximo auge. Este yeso se destina, tradicionalmente, a la obtención de materiales de construcción: aglomerantes (escayola y yeso para construcción), en su mayoría, y en un porcentaje menor (6%) destinados a la fabricación de cementos. De las más de 100 explotaciones de yeso existentes en Madrid en los años 70, solo persisten activas, en la actualidad, doce, de las cuales ocho se encuentran localizadas en la zona abarcada en este trabajo, siendo San Martín de la Vega la localidad que concentra un mayor número de explotaciones, obteniendo los yesos de la Unidad Salina  del Mioceno , en la zona central de la cuenca del Tajo. Estos yesos, especulares en la base y sacaroideos en la parte superior, aparecen entremezclados con margas , yesíferas.

De importancia singular, como señala Octavio Puche, son los hornos morunos de ladrillo, destinados a la calcinación (deshidratación) del yeso y de los que llegaron a existir más de 100 en toda la Comunidad de Madrid. Hoy sólo quedan unos cuantos, aún observables en Chinchón y Colmenar de Oreja (los mejor conservados de todos, en la Yesera del Metro, en la calle Aranjuez) habiendo desaparecido recientemente los que había en las llamadas Yeseras Viejas de Aranjuez, tras la urbanización del entorno de la Plaza de Toros. Se trataba de hornos circulares de 3-4 m de altura y 2-3,5 m de diámetro, encajados en el suelo, en los que el maestro yesero disponía la roca en capas, desde la periferia hasta conformar una bóveda en la que se dejaba una abertura por la que se cargaba la leña que actuaba de combustible. En estos hornos se cocía la roca a temperaturas de unos 170ºC, necesarias para producir el yeso deshidratado, durante aproximadamente 9 horas. Al acabar la cocción el horno se hundía y se molía el resultado


Aguas minerales

Son aguas subterráneas, aflorantes o no, que poseen propiedades medicinales o químicas, derivadas de su contenido en sustancias minerales y/o su temperatura que las hace económicamente aprovechables. Han sido un recurso mineral muy utilizado y valorado en tiempos pasados, siendo visitadas y empleadas estas fuentes por la propia realeza. De hecho, Felipe II y otros reyes utilizaban frecuentemente zahoríes, es decir, personas “expertas” en la localización de estos manantiales en los cerros de la zona. Hoy, sin embargo, de los cinco balnearios que llegaron a funcionar en la Comunidad de Madrid, no queda ya ninguno abierto.

Generalmente estas aguas drenan los materiales salinos miocénicos mineralizándose fuertemente de sulfatos en el proceso, junto con otros iones en menor proporción (carbonatos, calcio, magnesio).

En la actualidad se clasifican en cuatro grupos:

o        Aguas minero-medicinales

o        Aguas minero-industriales

o        Aguas termales, que superen al menos en 4 ºC la temperatura del lugar en el que aparecen.

o        Aguas de bebida envasada

En la zona aparecen declarados 7 manantiales de aguas minerales, habiendo desaparecido muchos de los existentes antiguamente por la pérdida del interés económico que en tiempos pretéritos tenían o bien por haber desaparecido, por haberse secado o por haberse destruido la zona de surgencia por el desarrollo urbano de la zona.

Entre ellas destacan:

o        El manantial de Aguas de Carabaña , en la Charca de la Salina, cerca de Perales de Tajuña, llamado “La Favorita”, se nutre de las aguas subterráneas del Cerro de Cabeza Gorda. Su explotación se inició en 1883 y que fue declarado de utilidad pública en 1928, habiendo participado en sus análisis el propio Ramón y Cajal. Son aguas sulfatadas sódicas, con algunos cloruros, carbonatos y cationes  bivalentes (Mg2+, Ca2+, Mn2+, Fe2+ ) de sabor amargo y desagradable olor, que manan a una temperatura de 18 ºC. Posee propiedades purgantes , laxantes y antialérgicas y ha sido recomendado para tratar numerosas enfermedades infecciosas, de la piel e incluso nerviosas. El volumen de producción oscila alrededor de los 100.000-300.000 litros/año.

o        En Aranjuez había un conjunto de manantiales de aguas sulfatadas denominado Fuente Amarga o de la Reina, de efectos purgantes.

o        Cerca del Castillo de Casasola, en el valle del Tajuña, en el término municipal de Chinchón había una fuente denominada de los Caballeros, que también era catalogada como de propiedades purgantes.

o        En el término de Rivas-Vaciamadrid, cerca de la Laguna del Campillo ,  se encuentra la fuente de Capanegra, gruta de la que manan aguas sulfatadas sódicas, cuyas sales purificadas ya eran utilizadas en tiempos de Felipe V.   Los baños de barro y sus aguas eran utilizadas para el tratamiento de enfermedades de la piel, del aparato respiratorio y de enfermedades inflamatorias (artritis, reumas,...)

o        El Agua de Vallequillas es explotada como agua minero-medicinal desde 1926. Surge en el manantial del mismo nombre, en el término de San Martín de la Vega. Sus aguas eran diuréticas, aperitivas y laxantes. Su producción cesó entre los años 40 y 90 en que se reanudó su explotación. Son aguas sulfatadas cálco-sódicas.