Más allá de la LOCE y de la LOGSE
Muchos de los medios de comunicación nos informan durante estos días de los cambios educativos que se nos avecinan: no entrarán los itinerarios, se suprime también la Reválida, la Religión no contará para el expediente ni para las becas… Y, por otro lado, se mantienen los exámenes se septiembre, y se mantiene la supresión de la promoción automática. Además de las consabidas disputas de los "17 reinos" contra el "gobierno invasor" (cada comunidad dependiendo de su bandera política hace de su capa un sayo) seguimos con los parches y los remiendos (que ya hemos criticado aquí), y con un sistema educativo liviano donde los haya, una auténtica veleta cultural, que no termina de aclararse ni de tomar una dirección clara. Pero por debajo de todo esto, hay otros aspectos de la LOCE de los que no se habla, y que están implantándose en algunas comunidades, dependiendo, una vez más, del partido que gobierne en la comunidad de turno.
Y esto es lo que sucede en Castilla y León: han comenzado a aplicar los procesos de selección de directores que ya preveía la LOCE. La idea original era sencilla: el puesto de director debía ser ocupado por un gestor, de un modo profesional. Aunque no estaba muy claro, parecía incluso que se podría crear un cuerpo de directores, especialistas en la gestión eficiente de un instituto. Pues bien, en esta comunidad está abierto este proceso, y con él muchas llagas en no menos centros educativos. Se desatan luchas intestinas por el “poder”. Siempre pensé, ingenuo de mí, que los puestos superiores deberían, en el fondo, servir a los inferiores, responder por ellos (de ahí viene su "responsabilidad"), pero por lo visto me equivoco. Ciertos puestos tienen un significado simbólico: los que están en contra de la LOCE piensan que el PP quiere llenar los institutos de directores afines a su partido y a esta ley, y el gobierno de la comunidad afirma, en respuesta, que tan sólo quiere ganar en eficiencia y en calidad de la enseñanza, aplicando las leyes aún vigentes.
Claustros divididos, enfrentamientos personales, ambición… Intereses políticos, personales, sindicales… Una vez más intoxicación ideológica, de unos y de otros, polución educativa que enrarece y carga el ambiente, y que hace cada vez más difícil la que, creo, es nuestra tarea esencial: educar. Entré a trabajar pensando que me iba a dedicar a dar clase, a pasear con los alumnos por el mundo de la filosofía, y enseñarles que todavía hoy tiene sentido reflexionar. Pensar. Dudo mucho de que los ejemplos que ven en su propio centro educativo les resulten motivadores: gentes que ridiculizan a sus compañeros, otros que quieren poner al alumnado contra otros profesores, quienes buscan su oportunidad de llegar a lo que ellos llaman poder (ingenuos, esta vez, ellos…), o quienes tienen afiliaciones o ideas políticas por favores personales que recibieron en el pasado. Y en medio de este cacao, sucesivas promociones de alumnos, que piden a gritos un instrumental teórico con el que adquirir una capacidad crítica. Hoy, vuelvo a sentirme un poco nietzscheano: eduquemos. Más allá de la LOCE y de la LOGSE.
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