Internet, los libros y la cultura
Paradojas de la vida: mientras se anuncia la rebaja del IVA para discos y libros, me entero gracias a Monoaural de que está comenzando a plantearse la posibilidad de cobrar un canon por cada préstamo bibliotecario. La verdad es que el dato es ya preocupante, aunque hay (más o menos) un 20% de la población al que eso no le importará mucho. Sin lugar a dudas, es una idea mezquina, cuyas consecuencias no pueden predecirse ni a corto, ni a largo plazo. He de reconocer, personalmente, que no visito mucho la biblioteca pública de Valladolid, pero no soy capaz de contar la cantidad de libros que he sacado de la biblioteca de la Universidad de Valladolid. Por no hablar de la maravillosa biblioteca de la Universidad de Basilea. Sin los libros a los que pude accerder gracias a ella (todos gratuitos, y todos cuantos quisiera sin límite alguno durante un mes, con más de 30.000 volúmenes sólo de filosofía), jamás hubiera podido escribir mi tesis. Además, las bibliotecas no son sólo espacios culturales sino también lugares de encuentro. Pasear entre algunos de sus anaqueles y buscar uno mismo los títulos es toda una aventura.
Y resulta que ahora quieren poner trabas a las únicas instituciones donde se podía acceder gratuitamente a la cultura. A este respecto no importa si al final deciden excluir las bibliotecas escolares de la medida (¿sólo podrá sacar libros aquel que esté matriculado?). No es de recibo que se recurra al ya clásico argumento de que internet ha hecho mucho daño al sector. Supongo que seguirán, eso sí, quejándose de las fotocopias. La cultura es uno de los pilares fundamentales sobre los que se construye la sociedad, y tratar de convertirla en privilegio de unos pocos es un retroceso social, económico, cultural, e incluso moral. No puedo creer que las distintas editoriales no puedan pensar en otras formas de encontrar nuevas vías de financiación. No sé cómo funciona una editorial por dentro, y desconozco lo que cuesta editar un libro. Pero este oficio es antes una labor cultural que un negocio, y si alguien aterriza en el mundo editorial con el afán de ganar dinero, creo que se ha equivocado de ramo, aunque mucho me temao que hay muchos de estos "empresarios", que no sienten por el "producto" que manejan ni la menor simpatía. Ediciones más limitadas, reducir los costes de producción sin rebajar el precio, subir moderadamente el precio a todos los compradores para posibilitar que los préstamos sigan siendo gratuitos en todas las bibliotecas...
Se podría argumentar que internet es, en cierto modo, una biblitoeca virtual. Antes este argumento, quiero ofrecer un par de respuetas: primera, el formato de internet no posibilita una lectura similar a la que permite el libro. Esto ya lo he defendido otras veces, y sigo convencido de que leer a través de una pantalla una novela impone una serie de condiciones que puede dificultar la lectura, o provocar que esta sea más superficial (la ya famosa lectura diagonal). En segundo lugar, en internet podemos encontrar la versión digital de los grandes clásicos de la literatura. ¿qué ocurre con la labor encomiable y necesaria de las editoriales pequeñas, de las que han surgido grandes autores, cuyas primeras obras nunca hubieran tenido cabida en una de las grandes? Si terminan cobrando en las bibliotecas, y no nos queda más cultura "accesible" (no todo el mundo tiene conexión, o no todo el mundo puede pagarla), terminaremos emprobrecidos. Os invito a informaros del tema en este enlace (que tomo de Monoaural).
Comentarios
Tratas varios temas importantes:
Coincido en que una novela, ni un texto largo, son legibles a través del monitor. En él se hace una lectura rápida en diagonal (y posiblemente requeriría los elementos tipográficos y textuales apropiados: muchos epígrafes, negritas para lo importante, así como "box" donde resaltar las ideas fundamentales)
Un segundo punto es la necesidad y conveniencia de bibliotecas, varias bibliotecas: en los centros, en los barrios, etc. Cabría, quizá replantearse lo del "Día del libro". Yo ofrecería gratuitamente muchos libros a alguna biblioteca cercana. Incluso, si estuviera bien surtida, pagaría una cantidad de dinero para ella. Estaría a favor de una concepción menos propietaria - individualista y más colectiva sobre el libro.
Por último, en este caso podría llegar a comprender que se pagara una cantidad, siempre reducida. Pero que no tenga que pagarla el lector, sino que fuera sufragada por la institución o el Estado. Pero, el editor no tiene ni quiere una concepción "colectiva": libro de propiedad comunal leído por varias personas, sino una concepción individualista propietaria.
El problema, como bien señalas, es la tensión que hay entre una industria (en este caso la editorial) que busca beneficios económicos, y algo que es considerado incluso como un bien público, como son los libros y la cultura. Frente a esta concepción individual a la que te refieres, me parece muy interesante la "propiedad colectiva" que propones, el dejar la cultura correr y fluir, incluso aunque pueda ser por vías no oficiales. En estos días, han hablado algo sobre ello en Octaedro.
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