Geomorfología
La actuación de los agentes
geológicos, especialmente los ríos, sobre los materiales depositados durante
millones de años, ha labrado unas
geomorfologías
cuyos elementos
principales son:
1)
Páramo
detrítico
-calizo
relieves tabulares que constituyen las mesetas, con algunas formaciones
kársticas
de poca dimensión debido a procesos de disolución de la roca por el agua carbonatada,
aunque en ocasiones surgen fenómenos peculiares de mayor entidad, como la
dolina
(ver)
próxima a la Laguna de San Juan. Estos páramos elevados aparecen
disecados en forma de
valles fluviales profundos
, dado el carácter poco
cohesionado y blando de los materiales subyacentes.
2) Cuestas de carácter detrítico, compuestas, en su parte más
elevada, por materiales aluviales: arenas silíceas, gravas y cantos rodados de
cuarcita, y en sus porciones más basales por
margas
yesíferas y
yesos
masivos , litologías evaporíticas que son un reflejo de esos momentos áridos
mencionados anteriormente.
Frecuentemente, sobre estas laderas
se derraman sedimentos coluviales en
forma de
abanico
resultado de
la acción de las aguas torrenciales sobre estos materiales erosionables y
prácticamente ausentes de vegetación leñosa de importancia y en donde el escaso
suelo es apenas sujetado por formaciones arbustivas de pequeño tamaño y
extensión, debido a los duros condicionantes hídricos y de nutrientes que las
litologías evaporíticas imponen en la zona. Si se unen lateralmente varios de
estos abanicos, se forman unos depositos continuos de pie de ladera que
suavizan la pendiente de estos cantiles.
Son frecuentes, y en ocasiones
dramáticos, los
desplomes
en estos materiales poco consolidados que
forman los cerros, en algunos de los cuales se movilizan muchas toneladas de
terreno con el consiguiente riesgo geológico.
3)Vega o llanura de inundación. Al situarnos en una zona de
climatología mediterránea y en el tramo medio de los ríos Tajo y Jarama, la
vega presenta una pendiente general muy
suave, estimada en un 0,06 %, que favorece el trazado de un
curso meandriforme , al evitar los obstáculos y tender a alcanzar la superficie de menor energía potencial
posible. De
esta manera, pese a que el Tajo, por ejemplo, atraviesa linealmente un
territorio de 45 km, el recorrido de su curso supera los 53 km, debido
precisamente a la formación de meandros. Estos meandros deben
entenderse como una estructura dinámica, que van evolucionando al ir
erosionándose las orillas del río. Así, los meandros amplían la influencia de
los ríos –erosiva y sedimentaria–, y construyen la vega al depositar gran
cantidad de sedimentos, en las orillas convexas, procedentes de la erosión de
las orillas cóncavas, en donde la aceleración de las aguas proporciona una
mayor energía al río que se traduce en un mayor potencial erosivo. Los
meandros experimentan así una
evolución
que, frecuentemente, les lleva a
estrangulamientos por aumento de la curvatura y convergencia de las ambas
orillas. Como consecuencia se forma un laguna o humedal en forma de típica
semiluna (“ox-bow”) aislado del cauce fluvial. Existen casos espectaculares
como el de la ruptura en 1970 del cuello del meandro del castillo de Aldovea en
el río Henares cerca de su confluencia con el Jarama: en tan sólo una noche,
del 10 al 11 de enero se produjo un aumento del caudal que provocó la reunión
de ambas orillas salvando una distancia de 200 metros Así, los ríos ejercen dos tipos
principales de acciones erosivas: - Una erosión areolar o de ladera, que va desgastando los márgenes y
ampliando la zona de influencia fluvial, construyendo las llanuras de
inundación. Debido a la fácil erosión de las laderas, la llanura de inundación
de estos ríos presenta la forma de una V fuertemente truncada -forma en artesa-, amplia pero encajada, con
fuertes pendientes laterales - Una erosión lineal, en la dirección del cauce, que tiende a acercar el
perfil real del río, al llamado perfil de
equilibrio, en el cual el río sólo transportaría materiales ligeros, no
ejerciendo acciones erosivas, acercando las cotas de la cabecera y de la
desembocadura. Como resultado el río se va
encajando en los materiales que le rodean. Frecuentemente, estos materiales son
los propios sedimentos depositados por el río. Es entonces cuando se forman las
terrazas
. Las terrazas más antiguas,
que ocupan los niveles superiores se sitúan, en la zona de estudio a unos 100
metros por encima del nivel del río. Las terrazas medias, se sitúan en el nivel
de los 50 metros de desnivel, y las terrazas inferiores, hacia los 10 metros de
diferencia de cotas. Están constituidas por gravas de muy diversos orígenes
(poligénicas), arenas, limos sueltos o cementados, siendo la matriz arenosa de
cuarzo, sílice o cuarcita. Especialmente importante fueron, en
el pasado, para la construcción del cauce las avenidas del río, y las
inundaciones subsiguientes. Están censadas más de 65 inundaciones en la cuenca
del Tajo en el siglo XX, siendo Aranjuez un “punto negro” por la alta
incidencia de las inundaciones en su vega, hasta la regulación del cauce que se
produjo con la construcción del “Mar de Castilla”, nombre con que se conoció el
conjunto de presas de Entrepeñas (1956) y Buendía (1957) levantadas en la cabecera
del Tajo. A lo largo de aproximadamente de una semana, se producían
periódicamente entre enero y abril y afectaban especialmente al río Tajo, sobre
todo más alla de su unión con el Jarama, llegando a causar graves daños a
cultivos e incluso al casco urbano e histórico. Entre las más importantes, las
de 1783, 1830, 1860, 1881, 1915, 1924, 1926 y 1947. Prueba de ello es la marca
grabada en una columna en la
Real Casa del Labrador
en los Jardines
del Príncipe de Aranjuez, que señala la altura que alcanzaron las aguas en
las inundaciones de 1924 y 1926. Las
más graves, además. De hecho el cauce fluvial se ha visto modificado
drásticamente a lo largo de la historia de la dinámica de estos ríos de
dinámica torrencial. Un ejemplo palmario de esta situación podemos actualmente
observarlo en las cercanías de San Martín de la Vega, en la carretera a Morata
de Tajuña, en la cual, un antiguo puente –el “
Puente Viejo”
- señala, derruido
ya y en soledad, el trazado que antiguamente tenía el río Jarama y que abandonó
tras el desbordamiento del año 1947, desviándose el cauce del río a la derecha
del antiguo e invirtiendo su curvatura.
Sus efectos tan desastrosos
para la economía agrícola de la zona no se producen hoy gracias a la regulación
del cauce por el embalsamiento de los ríos llevado a cabo, pero quedan algunos
restos de los esfuerzos de la población por defenderse de la furia de estos
ríos, como los gaviones , muros de contención que pueden observarse en
la vega del Tajo o el reforzamiento de las márgenes del Jarama en algunos
puntos.