Una sociedad violenta... y armada

MIGUEL ANGEL UNTORIA

La información diaria de la prensa escrita, la radio y la televisión demuestra que Estados Unidos es una sociedad donde reina la violencia, y eso nadie puede negarlo, incluso la mayoría de los norteamericanos lo reconoce.

ma7-3.jpg (8626 bytes)La violencia causa anualmente la muerte de más de 30 000 norteamericanos, de ellos 4 000 niños en Estados Unidos.

Más de 80 personas de todas las edades mueren cada día en el país por el empleo indiscriminado de las armas de fuego.

Por solo citar un ejemplo, en la ciudad de Los Angeles, California, se han registrado más de 160 asesinatos durante los primeros seis meses de este año, aproximadamente uno diario.

La propia Constitución estadounidense autoriza la posesión de armas a los civiles y tanto a nivel federal como en cada uno de los estados, las restricciones o regulaciones para la compra y venta de las armas son mínimas.

Estas facilidades son las que permiten que los civiles norteamericanos almacenen en sus hogares 190 millones de armas de diferentes tipos, y que tres de cada cuatro de estas armas se encuentren en las manos del 10 por ciento de la población del país.

De esa astronómica cifra, unos 65 millones son armas pequeñas, tipo revolver o pistola, con los cuales se causa la mayoría de las muertes y las heridas en cada una de las tragedias que se repiten con mucha frecuencia a todo lo largo
y ancho del país.

Los legisladores estadounidenses buscan soluciones, sin afectar sus compromisos, como por ejemplo, colocar seguros personales en cada arma, limitar su cantidad y registros y controles de las armas y dueños.

Pero ninguna de esas medidas puede dar solución a un problema de tal envergadura, en el que entran a jugar otros aspectos como son el inmenso barrage de incitación a la violencia al que están sometidos todos los ciudadanos norteamericanos, (en especial los más jóvenes), en las publicaciones, el cine y la televisión o el ambiente criminal asociado a la venta y consumo de drogas, y la influencia de la Asociación Nacional del Rifle en el congreso dominado por los republicanos.

Otro aspecto que alimenta la violencia, es el sistema económico y social imperante en la norteña nación, violento desde su surgimiento, resultan insalvables las grandes diferencias entre ricos y pobres, las inmensas contradicciones entre los dueños y los trabajadores, entre los anglosajones y las minorías étnicas.

Millones de afronorteamericanos e hispanos, discriminados y limitados en sus derechos, y con recursos económicos insuficientes para esa sociedad de consumo, constituyen un magnífico caldo de cultivo para la violencia. De esto da fe la composición de la población penal en los Estados Unidos.

Hasta los juguetes son violentos, el más reciente consiste en una silla eléctrica, con la cual los niños "mayores de 13 años" pueden electrocutar un muñeco que pone los ojos rojos, se estremece en la silla y le grita oprobios a su ejecutor.

El ciudadano norteamericano está familiarizado desde pequeño con el empleo de las armas; en su papel de gendarme mundial, el gobierno de turno en los Estados Unidos no vacila en ordenar el despliegue de mayor o menor envergadura de sus fuerzas armadas, para imponer por la fuerza de las armas su voluntad.

Por su parte, los medios de comunicación, que lógicamente defienden el sistema, porque forman parte de él, presentan estas guerras de agresión en cualquier parte del mundo, como la defensa de los intereses vitales del país, y a los participantes, como héroes y patriotas. Así, las armas y su empleo se vuelven familiares y "casi necesarias" para el norteamericano promedio.