La Flamenca. 

            Se trata de una extenso encinar, de unas 354 hectáreas de titularidad privada que se enmarca en el terreno delimitado por el cauce del arroyo de la Cavina, cuyo origen se remonta al reinado de Carlos III , quién quiso repoblar los terrenos en que se halla dicha posesión y establecer en ella cultivos al estilo de Flandes, de ahí su nombre. Allí pastaba también el ganado del Real Sitio. En 1790 se construyó allí un estanque, para regar los prados del valle, a imitación del de Ontígola al que se denominó, el Mar de la Cavina, y que hacia 1801 quedó destruido en una gran avenida. En tiempos de Isabel II se quiso convertir la finca en Escuela de Agricultura, aunque la idea fracasó poco tiempo después, cerrándose en 1868.

 Se accede a este Espacio Natural por la carretera que conduce a la Barca de Añover , desde Aranjuez, o en su extremo sur, por la carretera entre Aranjuez y Toledo.

            El Espacio Natural se halla dividido en dos mitades desiguales por el arroyo de la Cavina, un cauce fluvial permanente, que naciendo en los relieves de la Mesa de Ocaña acaba vertiendo en el Tajo, siguiendo una trayectoria SE-NO. Siguiendo este cauce aparecen manchas alargadas de tarayales halófilos y carrizales resultado del afloramiento superficial del agua subterránea, de los cuales dos están sometidos a un régimen de protección especial, siendo catalogados como Carrizales Inventariados de Interés Natural los correspondientes al Arroyo de la Cavina y al Arroyo del Corralejo, ejemplos relevantes de zonas salinas húmedas. Son frecuentes los desbordamientos del cauce que originan encharcamientos durante el invierno y la primavera. Este Espacio Natural limita al este con la finca El Regajal, Reserva Natural con la que guarda cierta unidad al mantener un intercambio faunístico, especialmente de lepidópteros, con ella.

Desde el punto de vista botánico se trata de un espacio complejo en el que aparecen, además de la vegetación halófila del arroyo, extensas manchas bien conservadas y poco adehesadas, vestigios del que debió ser un paisaje común en otros tiempos, de coscojares y encinares, junto con la vegetación gipsícola típica de las laderas margoyesíferas de los cerros (espartales, tomillares, retamares, romerales).

            En la Flamenca se encuentran, según  González Granados los tarayales más gruesos de la Península, superando los 2,5 m de diámetro y los 400 años de edad, por lo que desde aquí nos sumamos a la petición del autor de que les sea otorgada la categoría de Árbol Singular. Asimismo se ha citado la presencia del jaramugo de Cavanilles (Sisymbrium cavallinesianum), una especie endémica protegida con la denominación “Sensible a la alteración de su hábitat”. Algunos sotos residuales completan un espacio de singular interés dentro de la zona y cuya conservación merece un tratamiento preferencial.

            La densidad alcanzada por el encinar en algunas zonas lo hace prácticamente impenetrable. Tan sólo 160 hectáreas carecen de este tipo de vegetación. En su periferia, a modo de una orla, se sitúa el matorral, constituido de especies como romero , tomillo , jarillas,... destacando especialmente los ejemplares de Rhamnus lycioides , que llegan a alcanzar los dos metros de altura. Como consecuencia de esta gran diversidad botánica se desarrolla una importante variedad de fauna, entre la que destaca la riqueza entomológica, sobre todo de mariposas, que aquí encuentran los recursos necesarios para multiplicarse.



FICHA