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Versión imprimible de: Kant y la Filosofía de la Historia
Fecha: 14/08/2004 | 13:17
Categoría: 2º Bachillerato > Filosofía
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Kant y la Filosofía de la Historia

Sobre Idea de una historia universal con propósito cosmopolita.

Introducción

La Historia es una de las preocupaciones centrales de la filosofía kantiana. No se puede olvidar que el filósofo de Konigsberg es considerado uno de los máximos representantes de la Ilustración alemana, y que devoraba todas las noticias que le llegaban de la Revolución francesa, que él recibió con un entusiasmo apasionado. De hecho, Kant es uno de los primeros autores de la Historia de la Filosofía que se hace plenamente consciente de su presente histórico. Al preguntarse ¿Qué es la Ilustración ? (o al tratar de responder a la pregunta planteada por un periódico alemán de la época), Kant se está preguntando ¿Qué es este tiempo que nos ha tocado vivir, este periodo histórico del que somos una parte inherente? De hecho, en la obra que vamos a analizar aparecen rasgos típicamente ilustrados, entre los cuales hay que subrayar al menos dos:

En cierto modo, la concepción kantiana de la historia consistirá en pensar cómo se van integrando estas ideas a lo largo de la historia, cómo estas ideas se van desplegando en el acontecer de la vida humana. Por eso, la primera pregunta que se hace Kant en la introducción se refiere precisamente a la finalidad de la historia. Según una de las conclusiones de su filosofía práctica, la libertad de la voluntad y la conciencia moral se manifiestan en cada una de las acciones morales. Así, cabe entender la historia como narración de estas acciones. Kant entiende que la Historia tiene una finalidad: “[…] al observar el juego de la libertad de la voluntad en grande, se puede descubrir en ella una marcha regular; igual que se puede llegar a conocer en el conjunto de la especie […] aquello que se ofrece confuso e irregular a la mirada de los sujetos particulares”. Así, el individuo común es incapaz de ver en su presente la dirección de la historia. Lo paradójico del caso es que ésta parece estar construida a partir de la libertad de los individuos, lo que no impide, sin embargo, que haya un “hilo conductor”, un propósito de la naturaleza:

“Apenas si reparan los hombres en particular, ni el mismo pueblo en su conjunto, en que, al buscar su sentido, según su propio propósito y a menudo en contraposición a otros, persiguen sin darse cuenta, como hilo conductor, el propósito de la naturaleza, que desconocen, y colaboran en su misma promoción, aunque, si les llegara a ser conocida, poco les importaría.”

La historia no se puede planificar, ni es posible organizarla de ningún modo, pues los hombres ni actúan de un modo plenamente instintivo (como los animales) ni de un modo puramente racional, que se ajuste a un plan predeterminado. Lo que en el presente parece una acción catastrófica, y nos empuja al pesimismo, puede, a la larga, revelarse como una acción que consolida este propósito del que hablar Kant. La historia se escribe, así, con “necedad y vanidad infantil, a menudo incluso con maldad infantil y afán de destrucción”. La “contradictoria marcha de las cosas humanas” desvela “un propósito de la naturaleza”. Una historia de la humanidad implica que los hombres, procediendo sin un plan propio, se ajusten a un “plan determinado de la naturaleza”.

De la primera a la quinta fase

Primera fase

“Todas las disposiciones naturales de una criatura están determinadas a desarrollarse alguna vez de manera completa y adecuada”. Kant apela a la finalidad de la naturaleza uno de los temas centrales de la Crítica del Juicio . La naturaleza no hace nada en vano, y no es posible un ordenamiento que no logra el fin para el que fue diseñado. Sólo en una naturaleza gobernada por el azar es posible que haya órganos que no alcanzan su finalidad inherente. En este caso, la búsqueda de los objetivos ilustrados (autonomía, emancipación, justicia…) sería tan sólo una “aproximación desconsoladora”.

Segunda fase

“En los hombres (como únicas criaturas racionales sobre la tierra), aquellas disposiciones naturales que aspiran al uso de su razón deben desarrollarse por completo sólo en la especie, pero no en el individuo.” La argumentación kantiana es tan clara que podría incluso formalizarse. Si antes hemos comprobado que la naturaleza crea los órganos para que éstos se desarrollen plenamente, y si aceptamos que esta capacidad humana debe lograr tal grado de desarrollo, cabrían dos posibilidades:

  1. Que fuera posible, en el tiempo que dura la vida de un ser humano, desarrollar todas las capacidades de la razón.
  2. Que la razón se desarrolle en la especie y no en el individuo, de modo que “una serie imprevisible de generaciones que se transmitieran una a otra su ilustración, para impulsar, por fin, su semilla en nuestra especie hasta el grado de desarrollo que se corresponde por completo con su propósito”.

Como, evidentemente, una vida humana no dura lo suficiente como para que la razón alcance todos los objetivos, Kant opta por la segunda opción, de modo que la razón se desarrolla de un modo completo en la especie y no en los individuos particulares (idea que será uno de los pilares de la filosofía de Hegel).

Tercera fase

“La naturaleza ha querido que el hombre extraiga por completo de sí mismo todo cuanto sobrepasa el ordenamiento mecánico de su existencia animal, y que no participe de ninguna otra felicidad o plenitud que la que él mismo, libre de instinto, se procure mediante su propia razón.” La naturaleza, que no despilfarra medios para lograr sus objetivos, dotó al ser humano de razón para liberarlo del instinto. Así, la razón debía ayudarle a proveerse de todo aquello que la naturaleza no le dio (idea que aparece también en el mito de Prometeo). El hombre debe sacar de sí mismo “víveres, cobijo, seguridad exterior, defensa y todo el recreo que le hace agradable la vida”. La naturaleza ha sido mezquina con el hombre, tacaña, de modo que éste deba esforzarse por alcanzar lo que al resto de especies le es dado por dotación natural. Así, el fin del hombre sería “alcanzar una plenitud en el desarrollo de sus disposiciones”.

Cuarta fase

“El medio del que se sirve la naturaleza para lograr el desarrollo de todas sus disposiciones es el antagonismo de las mismas en la sociedad, hasta el extremo de que éste se convierte en la causa de un orden legal de aquéllas”. Según una célebre y conocida expresión kantiana, es la “insociable sociabilidad” humana la que hace avanzar a la sociedad: “la misma inclinación a caminar hacia la sociedad está vinculada con una resistencia opuesta, que amenaza continuamente con romper esta sociedad” (caracterización bien distinta al “animal político” de Aristóteles). El hombre tiende a vivir en sociedad, pues ahí más a gusto, más capaz de desarrollar sus disposiciones naturales. A la vez, el hombre es individualista y mira por su propio interés, desconfiando del resto de seres humanos. Esta concepción combina el “hombre lobo para el hombre” del contractualismo hobbessiano y la bondad natural del estado de naturaleza rousseauniano:

“Mas esta resistencia es la que despierta todas las fuerzas del hombre y le lleva a superar su inclinación a la pereza y, movido por el ansia de honor, de poder o de bienes, a procurarse un rango entre sus congéneres, a los que no puede soportar, pero de los que tampoco puede prescindir.”

La sociedad implica un tránsito de la rudeza a la cultura, se desarrollan los talentos y capacidades humanos, y, a partir de esta sociedad “patológicamente provocada”, surge un “todo moral”. Sin la vanidad, el ansia, y la competitividad no se desarrollarían otras capacidades morales y racionales. El hombre individual quiere concordia, pero para la especie conviene que haya discordia y conflicto. El orden de estas tensiones muestra, a juicio de Kant, “el ordenamiento de un creador sabio”.

Quinta fase

“El mayor problema de la especie humana, a cuya solución la naturaleza la apremia, es la instauración de una sociedad civil que administre el derecho en general.” Para Kant la sociedad con la máxima libertad es aquella en la que los límites de la libertad estén determinados, de modo que la libertad de un sujeto sea compatible con la de los demás. Sólo en este tipo de sociedad puede lograrse el más alto propósito que la naturaleza puede lograr en la humanidad, esto es, el desarrollo de todas sus disposiciones. Una constitución civil plenamente justa es la tarea suprema de la naturaleza para la especie humana. La necesidad obliga al hombre a entrar en una sociedad de esta clase, pues al tener que competir con otros seres humanos, se obliga a sí mismo a perfeccionarse. Kant compara así, al ser humano con los árboles de un bosque:

“Sólo en un coto tal, como la asociación civil, obran las mismas propensiones el mejor resultado: como árboles en un bosque, donde uno trata de quitar al otro aire y sol, forzándose mutuamente a buscar por encima de ellos, hasta alzarse hermosos y erguidos; mientras que aquellos que brotan en libertad y separados unos de otros, con sus ramas a placer, crecen raquíticos, corvos y torcidos.”

De la sexta a la novena fase

Sexta fase

“Este problema es, a su vez, el más difícil y el que la especie humana resolverá más tarde.” Kant afirma que el hombre es un animal que “necesita un señor”, pues de lo contrario tiende a abusar de su libertad frente a sus semejantes. Por ello requiere una ley que ponga límites a su voluntad, y un señor que le fuerce a obedecer una voluntad válida en general. El problema es que hay que escoger este señor entre los seres humanos, es decir, entre otro animal que también necesita un señor (¿quién vigila al vigilante?, ¿quién juzga al juez?...) El jefe supremo debe ser, por tanto, un ser justo por sí mismo, y, además, un hombre. Kant lo expresa en otro de los conocidos fragmentos de este texto:

“Esta tarea, por ello, es la más difícil de todas; su completa solución es imposible; en una madera tan torcida, como aquélla de la que el hombre está hecho, no se puede llegar a tallar nada del todo recto. La aproximación a esta idea es lo que la naturaleza nos ha impuesto.”

Por tanto, el fin que la naturaleza ha dado a la humanidad es llegar a ser completamente justa, recta. Sin embargo, Kant reconoce que este será uno de los últimos logros de la humanidad, pues es el más difícil de todos, y requiere una larga experiencia acumulada a lo largo de la historia, y serán necesarios muchos intentos en vano antes de conseguirlo. La historia, el acontecer humano, se convierte así en el “banco de pruebas” de la humanidad, donde se acumulan más errores que aciertos, más luces que sombras.

Séptima fase

“El problema de la instauración de una constitución civil perfecta depende del problema de una relación exterior legal entre los Estados, y no se puede resolver sin este último.” En este apartado Kant abandona el plano puramente teórico, en el que ha estado hablando de filosofía de la historia, y se centra en las condiciones reales (sociales y políticas) que han de realizarse para que la naturaleza realice el fin que ha diseñado para la humanidad. Aquí se refiere a un orden internacional justo. Hasta que tal orden no se dé de un modo real y efectivo, la humanidad no habrá realizado el fin que le es propio. Los Estados tienden a mirar sólo por su propio bien, son egoístas, y eso es un obstáculo que se debe superar. La guerra se convierte, desde esta óptica, en el modo en que la naturaleza realiza sus ensayos imperfectos que, tras muchas desolaciones, conducirá a una unión de pueblos. La barbarie y la opresión son pasos intermedios necesarios para realizar la unión de todos los pueblos. Kant no es, ni mucho menos, un defensor de la guerra (otra de sus obras lleva por título La paz perpetua , y es una reflexión sobre la capacidad de la humanidad de alcanzar un estado de paz duradero), pero sí entiende la función que ésta desempeña en el desarrollo de las capacidades humanas. El hombre aprende de sus errores, y estos le empujan precisamente a una “gran unión de pueblos”. Pese a la crítica de sus contemporáneos (Rousseau), Kant piensa que el hombre debe salir de su libertad brutal y salvaje y buscar la tranquilidad y seguridad en una constitución legal. Las guerras son intentos, “según el propósito de la naturaleza”, de “proporcionar nuevas relaciones de los Estados”.

La destrucción y el desmembramiento deben conducir a nuevos cuerpos que conduzcan, en último término, a una república civil con una constitución civil interior y una legislación exterior. Como se aprecia, Kant aplica en toda su obra una concepción organicista de la sociedad: el individuo forma parte de la misma, y contribuye aún sin pretenderlo y sin ser consciente de ello, a sus fines. Kant rechaza que la realización de esta república civil pueda producirse por azar. Es necesario que la naturaleza siga una marcha regular. La unión de Estados, que Kant asume como fin de la humanidad, será difícil de realizar, pues en el paso previo la humanidad estará “bajo la engañosa apariencia del bienestar exterior. Al arte, la ciencia y la civilización debe unirse, argumenta Kant, un progreso moral. Mientras los Estados miren sólo por su propio interés nada cabe esperar. El trabajo de cada República en la formación de ciudadanos conducirá, a muy largo plazo, a una moralización de los mismos, que sacará al orden internacional del caos que lo caracteriza.

Octava fase

“Se puede considerar la historia de la especie humana en grande como la ejecución de una plan escondido de la naturaleza para llegar al estado de una constitución perfecta del Estado en el interior y, respecto a este fin, también en el exterior, como única situación en que la naturaleza puede desarrollar por completo sus planes respecto a la humanidad.”Según Kant la experiencia histórica es un pequeño esbozo, un apunte del fin de la humanidad. A este respecto, piénsese en la significación que tuvo para Kant la Revolución francesa, que, en principio, sería una prueba que vendría a confirmar su teoría. A este “hilo conductor” de la historia le llamará Hegel “la astucia de la razón” capaz de desplegar, incluso allí donde aparentemente no aparece, la libertad y la racionalidad humanas. Con todo, el tiempo transcurrido es aún breve. Pero Kant piensa que su presente es una oportunidad relevante para impulsar este proceso, para colaborar con la naturaleza en la realización de los fines que ésta ha dispuesto. Kant piensa que las relaciones entre los Estados de su tiempo, y la estructura cada vez más compleja de los mismos, es un motor que les impulsa a mantener la libertad y la cultura, que es también una garantía del desarrollo económico, social, político y cultural. Así, la Ilustración es, en palabras kantianas, “un gran bien que el género humano debe extender”. Los pueblos obligan a sus gobiernos a extender servicios como la educación y la guerra terminará convirtiéndose en un peligro, en algo que debe pensarse muy bien antes de su realización.

El “tosco esbozo” empieza a dibujarse en el horizonte histórico del tiempo en el que vive Kant. Llegará a realizarse “una situación general cosmopolita como seno en que se desarrollarán todas las disposiciones originarias de la especie humana.”

Novena fase

“Un ensayo filosófico para elaborar la historia universal del mundo según un plan de la naturaleza, que aspira a la plena asociación civil en la especie humana, debe considerarse posible e incluso propulsor de este propósito de la naturaleza.” La finalidad de la historia puede parecer una idea absurda, más propia de una novela que de un ensayo filosófico. Sin embargo, si aceptamos que la naturaleza obra según fines, esta idea debería servirnos como hilo conductor capaz de convertir en sistema lo que, en apariencia, es tan sólo un agregado de acciones humanas sin plan. Estudiar la historia de la humanidad es ir descubriendo “una marcha regular de mejoramiento de la constitución del Estado en nuestro continente (que, verosímilmente, dará un día leyes a todos los demás)”. Este hilo conductor nos ayudará para comprender el pasado y poder anticipar el futuro, pero también para abrir una “perspectiva consoladora” respecto al futuro, de modo que “todas las semillas que la naturaleza ha plantado puedan desarrollarse por completo y llegar a cumplir su determinación aquí en la tierra.”

Kant no pretende una descripción empírica y “objetiva” de la historia. Él pretende ofrecer unos criterios normativos que regulan el desarrollo histórico, y, además, cree que la difusión de cultura, o la misma discusión de esta idea, contribuye a este desarrollo, aportando un pequeño impulso más a este gran proceso transformador y emancipador. Para Kant, la historia elaborada por la posteridad será precisamente la historia de la liberación de la humanidad, la historia de la justicia, la autonomía, de la unión cosmopolita de Estados.

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